Películas que vais viendo en casita

Becky, Jonathan Milott, Cary Murnion (2020)

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Asalto doméstico, venganza y casquería variada para una premisa increíblemente absurda: una niña de trece años masacrando ella sola a un grupo de peligrosos neo-nazis fugados de prisión… pues nada hay en esta vida más chungo, visto lo que visto, que una insufrible petarda adolescente cabreada, con problemas familiares, escolares y de duelo mal asimilado.

Festival descerebrado de gore y muertes atroces, de topicazos a manos llenas también, y en general, una buena castaña de film con dos garrulos al mando que juegan con la confrontación en un espacio pequeño, así como con la aparente inferioridad de condiciones de la niña, según el asunto va escalando.

Lo que no se esperaba es cierta evolución y entidad psicológica de tan burdos personajes, empezando por un grandullón del bando de los malos que se replantea su papel en semejante drama; los susodichos no dejan de tener un punto de patetismo, de fracasados aferrados a lo que parece ser una última y gran oportunidad para hacer algo que… no sabemos lo que es, como desconocemos la función del misterioso objeto-mcguffin que persiguen; una llave con símbolos rúnicos y de misteriosas connotaciones. Que se preserve cierto misterio en torno a su utilidad no es algo negativo, pero sí lo es una sensación de enorme dejadez, de no currarse nada ni justificar ciertos aspectos de guion... que hasta al espectador se le ocurren mejores ideas para enlazarlos.

Se pretende incorporar al desmelene sangriento una cierta reflexión sobre la violencia, su ciclo y sus consecuencias, cómo esta atrapa e insensibiliza a quienes se adentran en ella, en especial si son personas jóvenes, inocentes y fácilmente corruptibles, o que la utilizan para canalizar su propia rabia interior, tal y como hace esta Becky que más bien es una berserker y que se transforma en algo incierto, inquietante, una bestia que nadie puede detener… pero al parecer, no exenta de cierta molonidad en su carácter icónico y trash, con su propio animal totémico (“Ardillita”), y aquí es donde la propuesta resulta poco coherente, sin que sepamos muy bien qué querían contar sus autores. Se destaca lo suficiente desde el principio la escasa distancia que separa a la heroína de los villanos, y en algún otro momento, mediante paralelismos y soluciones de montaje (el colegio, la cárcel...), pero en lugar de ganar capas o interés, el resultado siempre es demasiado tontorrón como para ser tomado medianamente en serio, o para resultar creíble en este sentido.
 
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