Trío de campanillas y un fin de semana de auténtico cine
12 hombres sin piedad: Película de hombres, nunca mejor dicho. Con un elenco coral reducido a estos 12 hombres, anónimos entre ellos, que deben decidir si declarar culpable o no a un chico acusado de asesinato. Todos están perfectos, todos están creíbles y todos ofrecen unas actuaciones realmente conmovedoras, directas, concisas y muy plausibles. Con un Henry Fonda inmenso, el eslavón que da pie a ese mar de dudas razonables para no caer en la fácil señalización de que es culpable o no. Pero no sólo él nos hace aplaudir. Tenemos a grandes actores secundarios como Lee J. Cobb como ese hombre provocable, gritón y con unas razones ocultas muy tristes y demoledoras, aparte de contar también con ese grande como él sólo Joseph Sweeney, o un Ed Begley impagable. Todos y cada uno, en su respectivo papel y en su respectivo carácter, están de 10.
Sidney Lumet rueda una película de las que marcan, de las que dejan huella. Todo en el mismo escenario, el tempo va en aumento, subiendo la tensión y haciéndonos dudar de todo lo que hemos oído y de hacernos pensar en qué haríamos o qué escogeríamos nosotros a la hora de decidir. Tenemos al hombre decisivo, al hombre brabucón, al hombre irrascible, al hombre chistoso, al hombre dubitativo, al hombre amedrentado... todos y cada uno deciden, todos y cada uno aportan y todos, a la vez, logran hacernos aplaudir al final al encontrarnos con una de las mejores películas de juicios sin haber estado presentes en él pues la narración, la utilización de la cámara para acentuar los rasgos, las emociones, las sensaciones y los sentimientos y carencia de más escenarios nos hacen saber que estamos viendo una muy buena película. Una película de Oscar.
Uno de los nuestros: Por fin me quito una espinita clavada (y van...). Desde esa primera frase de una voz en off relatándonos que el protagonista, desde que tiene uso de razón siempre había querido ser un gangster, esa declaración de intenciones y de principios, a la vez, nos adentramos en el mundo de la mafia. De una manera seca, ruda, violenta pero increiblemente hipnótica y atractiva, como sólo el gran Scorsese puede rodar y narrar, acompañamos a un Ray Liotta en el mejor, diría, papel de toda su vida.
Con una voz en off le acompañamos en sus fechorías, en su escalada, en sus tequemanejes, en sus intenciones y en sus logros. Poco a poco, con paso firme, decidido y con todo el tiempo del mundo Scorsese nos cuenta, como siempre, con el paso de los años, como amigos de fechorías se convierten en miembros del hampa, temidos y violentos, brutos y codiciosos, ruines y cinematográficamente atractivos, de mano dura y violencia seca, dura y contundente a la par que la BSO, exquisita, nos va narrando el paso de los años y como una vez estás metido en ese mundo no hay vuelta atrás. Un Joe Pesci histriónico, creando un personaje memorable como Tommy, violento y de gatillo demasiado fácil y un Robert de Niro, aquí más secundario pero no por ello menos importante, de condición violenta y decisivo, bruto y a la vez fascinante.
Pero no nos olvidemos de Lorraine Bracco como Karen, la mujer que no acepta convertirse en la clásica mujer de un hampón pero que aún y así no le importa de donde saca su marido el dinero pues ella, a su vez, también admite, admira y acepta ese mundo y esa vida, aún sabiendo qué consecuencias lleva. Tampoco podemos olvidarnos de ese grandísimo actor, secundario, pero que cumple como nadie llamado Paul Sorvino. Alguien que el cine de mafiosos le debe mucho (y a la inversa). Con una fotografía acorde con los tiempos, un ritmo que nunca baja, momentos realmente buenos y con set pieces de antología uno debe aplaudir y quitarse el sombrero. Sobre todo con ese giro argumental TAN radical que juntándolo todo uno se pregunta: ¿donde está este Scorsese, donde está este De Niro, donde está este Joe Pesci, donde están estos guiones hoy día?
Más tarde vendría Casino, la cual iría muy pareja en cuanto a intenciones, historias, actuaciones y aplausos. Lástima que no hubiese descubierto esta antes. Otro gallo hubiese cantado.
Malas tierras:
La soledad del ser humano, la maldad innata, los sueños rotos, las ilusiones sin final feliz y el amor frustrado se dan la mano en esta sórdida, seria, triste y a la vez fascinante película. Con un auténtico badass llamado Kitt, interpretado magistralmente por un jovencísimo Martin Sheen, donde sus intenciones y sus motivos son muy confusos, muy perturbadores y a la vez tristes. Un hombre sin sentido por la vida, sin sentido por la humanidad, un hombre que carece de escrúpulos pero que a la vez ama a su chica pero de una manera que quizás nunca logremos o llegemos a comprender o imaginar. Su vida disoluta, su poco amor por la vida de los demás y su gatillo fácil hacen de él un personaje complejo y a la vez interesante. Sin lograr llegar a comprender ni un momento el porqué de sus acciones, el porqué de sus motivos, el porqué de matar o dejar vivir a según quien, cuando no sigue ningún patrón, ninguna conducta o ningún motivo que nos haga comprender el porqué de sus acciones y eso es lo extraño de su personaje. No podemos sentir compasión, empatía o un mínimo de interés por su bienestar pero al mismo tiempo uno siente algo de conexión extraña con ese personaje. Incomprensible el porqué es así con su amigo y porqué toma esas decisiones tan drásticas e increiblemente fuertes (o el porqué mata por ¿placer?).
Pero luego tenemos a Holly, una joven y guapísima Sissy Spacek, atraída por ese chico que la engatusa (aún ella dejándose) y que no le importa el devenir, el futuro incierto y esa vida furtiva, triste y solitaria que vive con él. Incluso uno no comprende como puede irse con él, de buenas a primeras, habiendo visto lo que sucede con su padre. Increíble como la raza humana somos así de complejos. Un personaje confuso pero a la vez maravillado con la vida y aunque no comprende el porqué Kitt hace lo que hace y como lo hace, ni lo aprueba le acompaña pues cree, o intenta creer, que sin él estaría perdida.
Una película íntima, desoladora, triste, con una fotografía exquisita, con unos paisajes vacíos, extensos, eternos, carentes de emociones pero que me ha cautivao y conmovido. Recomendable.