La ley de la calle:
Película muy seca, en todos los sentidos, con unos actores brillantes pero que tienen unas actuaciones, como podría decirlo, un tanto pasadas de rosca, incluso podría decir que impersonales y si no lo son cuesta cogerles el punto. Una película de perdedores, de fracasados, de personas por los que casi ya no vale la pena luchar.
La historia es la clásica historia de macarrillas, chulos sin oficio ni beneficio, donde Dillon intenta convertirse en el rey de las bandas, el maestro de las peleas, alguien que no tiene un futuro prometedor ni desea tenerlo. Su vida se basa en vivir al día, sin tener nada que hacer. Beber, jugar, pelearse, no luchar por lo que realmente vale la pena en la vida haciendo de su vida un cúmulo de despropósitos y cayendo en una espiral de autodestrucción. Idolatrando a su hermano mayor, "el chico de la moto" (un gran Mickey Rourke, con este papel de hombre profundo, de meditar eterno y mirada casi perdida), queriendo ser como él cuando sea mayor, no se da cuenta que su hermano huyó de las calles para no acabar siendo una víctima más del destructivo mundo de las bandas.
La aparición de Rourke es genial (en medio de esa pelea casi coreografiada, violenta pero extraña). Su misión no será otra que intentar meter a su hermano en bereda, en el camino de lo correcto, al igual que su amigo pero en un barrio de perdedores y vidas destrozadas no hay camino a la buena vida y uno más o menos se intuye, viendo el sendero a seguir, que aquello no puede terminar en buen puerto (al igual que su misión con los peces). Siempre intentará salvar la situación de aquello que se encuentr oprimido pero que nunca le dará resultado. Aparte de que el padre de los dos hermanos, un Dennis Hopper casi cameista, un bebedor empedernido y perdedor nato, no será un buen ejemplo tampoco.
Una película dura, con la cual es difícil de empatizar. Rodada en un blanco y negro seco, abrupto, donde Coppola cuela muchos efectos visuales que dotan a la historia de una sensación de casi irrealidad (esas nubes rápidas, esos colores en los peces, un truco magnífico, esas palomas a casi cámara lenta, esa distorsión de la imagen en los billares, mucha niebla o ese Dillon flotando por los aires, entre otras muchas cosas). Las escenas de enfrentamientos son aceptables pero parecen estar casi coreografiadas. Me hubiese gustado ver esta misma película en manos de Scorsese, creo que habría cambiado todo el sentido de la historia.
Con secundarios tales como Fishburne, Cage, Diane Lane o Chris Penn (incluso Tom Waits) la película se aguanta por sí sola pues Coppola sabe plasmar su fuerza en cada plano y cada momento, aparte de no ser maníquea por mucho que pueda parecerlo (tampoco lo intenta) pero también es cierto que al no ser blanda cuesta un poco coger aprecio por los personajes (quizás algo por Rourke). Extraña en cierto modo que dudo que deje indiferente a nadie. Aún y así no es mi favorita de este señor.