EL INFIERNO DEL ODIO (Tengoku to jigoku, 1963)
Kurosawa, alejado de samuráis, firma aquí un estupendo film policiaco sobre un ejecutivo amargado (notable Toshirô Mifune, con la presencia y mala hostia de siempre) obligado por un secuestrador a pagar los millones que guardaba para una importante jugada comercial. Dividiendo claramente la película en dos partes muy diferenciadas (el dilema del protagonista y la investigación de la policía), Kurosawa demuestra una gran agilidad narrativa especialmente en esa segunda mitad (estupendas las transiciones y los breves flashbacks para ilustrar las pesquisas al tiempo que las narran los personajes) y aprovecha para meter baza en unos cuantos temas algo delicados en la época: yonquis extremos usados como carnaza, odio entre clases, el poder de perversión moral del dinero...
FUGA DE ALCATRAZ (Escape from Alcatraz, 1979)
Auténtico peliculón y a mi juicio una de las grandes que ha dado el género carcelario, obra de un inspirado Don Siegel (aquí firmando como "Donald") con un correctísimo Clint Eastwood intentando fugarse de la prisión más segura del mundo. Viéndola es curioso ver cuánto le deben productos como
Prison break, con secuencias calcadas; aquí el desarrollo argumental y todos los conflictos (los "trucos" de fuga, la inevitable pelea con el
osoen las duchas, la relación con el alcaide tocahuevos -estupendo Patrick McGoohan, actorazo que tristemente se quedó a las puertas de la fama-, etc) están tratados con ritmo, garra y esos deliciosos últimos coletazos del thriller setentero, con Siegel manejando el suspense en su justa medida y plantándonos unos cuantos momentos ¡TOMA! (el
muñeco-aynoqueyaesclint, la fuga en sí) que no alejan la atención del espectador en ningún momento. Un pepinazo de película. M'ha encantao.
JULIO CÉSAR (Julius Caesar, 1953)
Interesante adaptación de Shakespeare que tiene su mayor baza en su acojonante nivel interpretativo (razón y causa de ser de la peli). Resulta curioso que en su día vendiesen a Marlon Brando como protagonista de la cinta cuando es un claro secundario, tanto argumentalmente como en metraje en pantalla; si acaso sería coprotagonista junto al auténtico protagonista, un soberbio James Mason. El mencionado Brando se luce a lo grande en la recordada escena del discurso ante el pueblo, y junto a ellos un reparto sin fisuras con gente como John Guielgud, Louis Calhern o Edmond O'Brien, todos excelentes. El problema surge con el director, Mankievicz, aquí totalmente plano, impersonal y aburrido tras la cámara (no pasaba así en su posterior
La huella), incapaz de hacer interesante una escena en la que no haya grandes diálogos o monólogos; sirva de ejemplo casi todo el tramo final con sosísimas batallas y escenas sin frases. Es decir, tenemos una película en la que el 95% reside en el guión y en la fuerza de los intérpretes. Eso perjudica el conjunto, pero sigue siendo muy digna de verse, pese a todo.