LA PRESA (Southern comfort, Walter Hill, 1981)
Como bien dijo F_Elliott (gracias por la recomendación), es una mezcla entre
Defensa y
Commando; un grupo de soldados yanquis (en el sentido más tópico y ochentero de la palabra) destinados a los bosques de Luisiana se ven envueltos en una batalla campal de supervivencia al mosquear a unos paletos locales. A partir de ahí, la película se convierte en un
body count de muertes de todo tipo (tiros, empalamientos, ahorcamientos, arenas movedizas...) y caras típicas de la década (Keith Carradine, Fred Ward, Powers Boothe o Peter Coyote) bajo la (casi) siempre eficaz dirección de un Walter Hill que se permite varios momentos a lo Peckinpah (ese montaje final entre pelea sucia/baile local). El guión lógicamente son cuatro apuntes básicos, mucho cliché machote y tacos a mansalva (conoce a su público potencial), aunque destacan algunos momentos puramente atmosféricos bastante logrados; secundarios sosos y olvidables aparte, resulta inquietante la presencia de ese prisionero cajún que parece Eric Idle con barba postiza. La puntilla final, además, es de las de risa nerviosa.
Curiosa, entretenida y muy digna.
HUD, EL MÁS SALVAJE ENTRE MIL (Hud, Martin Ritt, 1963)
Basada en una novela de Larry McMurtry (suyos son la novela y guión de la monumental
La última película) sobre un ganadero llamado Homer Bannon (Melvyn Douglas), el cabronazo de su hijo Hud (Paul Newman), su nieto Lonnie (Brandon De Wilde) y su "ama de llaves" (Patricia Neal). Mientras el negocio familiar se va al cuerno por culpa de una enfermedad en las reses, Hud se dedica sólo a sí mismo, emborrachándose cada noche, peleando con los pueblerinos y acostándose con sus mujeres. Martin Ritt se sirve de una acertadamente sobria y seca puesta en escena para retratar a este ganador/perdedor a través de los ojos del joven Lonnie, que ve en Hud un ídolo a seguir. Una de las virtudes de la película es que habla de lo realmente desgraciado que es Hud sin moralinas ni lecciones obvias, simplemente presentando al personaje con sus atractivos y defectos, incluso en sus arranques de hijoputismo (el asalto al ama de llaves): lo único blanco/negro que tiene la peli es la (estupenda) fotografía. Otro punto a favor es el excelente nivel interpretativo que luce el film: de Newman se ha dicho mucho y nunca suficiente, pero a su altura están tanto Douglas como Neal, ambos perfectos en sus papeles. Quizá lo más flojo (que no malo) sea De Wilde, algo verde para el complicado papel de Lonnie. Se agradece bastante la ausencia de sensiblería de los diálogos, con frases aplastantes, y esa última escena tan esperable como cherente (y bien planificada).