Flaming Feather (1952), de Ray Enright.
Simpático western de serie b de los 50 con tintes de cine de espionaje. No me extiendo, que tengo que hacer reseña para mi TR.
Nadie puede vencerme (The Set-Up, 1949), de Robert Wise.
Grandísimo drama pugilístico, uno de los mejores de la especialidad, si no el mejor. Película durísima, que casi se desarrollla por entero en unos vestuarios donde se palpan el miedo, la experiencia, el trastorno, la camaradería...; y también en la larga lucha entre un inmenso Robert Ryan y un pipiolo al que deben promocionar amañando la pelea, todo eso sin que Ryan sepa nada por la ruindad de su manager y su entrenador. Los planos del público enfebrecido son abrumadores.
¡Qué bello es vivir! (What a Wonderful Life!, 1946), de Frank Capra.
La quintaesencia del cine capriano donde todos sus ingredientes están en estado de gracia. La odisea de un hombre ingenuo y bonachón que siempre se ve sobrepasado por la fuerza de las circunstancias y la sociedad, reprimiendo su iniciativa y todo aquello que emprende en su vida. Hasta que un día todo le lleva a una situación límite. Como bien dice el ángel Clarence, la vida de una persona siempre incumbe a muchísimas otras.
Ojalá todo fuese como en el cine capriano. El mundo sería muchísimo mejor...
Tempestad sobre Washington (Advise and Consent, 1962), de Otto Preminger.
Otro de los soberbios análisis de estamentos de la sociedad estadounidense, esta vez con la política como eje y apuntando temas controvertidísimos sin ningún pudor y diseccionando precisamente todo ese submundo de corruptelas y pactos. Una dirección elegantísima y estupenda para un reparto IM-PRESIONANTE: Fonda, Pidgeon, Laughton, Lawford, Murray, Tone, Ayres....