Aquí hay dos cosas que me han dejado tocadete... por un lado, la muerte de Chris Cornell no es como la de Bowie, en el sentido de que Bowie , al que admiro y cuyo deceso sentí mucho, no forma parte de mi generación, en tanto que no crecí con su música, pero sí lo hice con la de Chris Cornell. Su música forma parte de mi educación sentimental desde adolescente (y sus vídeos, y sus fotos, creo que todos entenderéis esta pequeña frivolidad). Por encima de la de Kurt Cobain o de la de Layne Staley, esta me ha jodido más, supongo que porque es un clavo más en el ataúd de mi adolescencia. O tal vez porque está reciente. O tal vez porque uno se hace mayor y ya ha tenido que enfrentarse a la muerte de seres cercanos, y sabe que igual la propia está ahí. No sé.
Por otro lado, el hecho del suicidio ha resultado particularmente jodido. Un accidente es un accidente, incluso si fuera un accidente con sustancias. Cuando ayer se hablaba de signos en el cuello y tal, yo deseaba que hubiera sido un juego de asfixia erótica mal desarrollado. Porque un suicidio es muy jodido. Por qué? Tenía familia, tenía su música, había recuperado a su banda, había incluso recuperado a Temple Of The Dog. Y sin embargo, decide acabar con todo, con 50 años, cuando en apariencia las épocas más oscuras de Seattle estaban muy, muy atrás. Con el miedo tremendo que le tengo yo a la muerte, me cuesta asimilar todo esto.
A diferencia de otros, a mí no me apetece ahora escuchar canciones de Soundgarden. No por ahora. Tal vez mañana o pasado.