"Robin Hood" ofrece todo lo que cabría esperar de una película de Ridley Scott: por un lado, brillantez visual, una elaborada y vistosa recreación de época, así como un escaso rigor histórico. Y por otro, una historia muy entretenida, que por lo general se sigue con interés y está bien interpretada, aunque los personajes de los villanos sean absolutamente unidimensionales o el protagonista sea mucho más refinado de lo que debería, así como un guión que una vez ha alterado el mito, se pierde en algunos momentos de vergüenza ajena sobre todo en la media hora final. Por ello, ni es más ni es menos que "Gladiator" o el montaje largo de "El Reino de los Cielos", por lo que no captará nuevos adeptos ni creará nuevos detractores. Es más de lo mismo, tan bueno o tan malo como siempre. Y por su aspecto artesanal o su épico clasicismo, a mí se me acerca más a lo primero que a lo segundo.