Respuesta: Enterrado (Rodrigo Cortés´s Buried)
Aullidos.com
Por Rubén Pajarón
Sopesar el segundo largo de Rodrigo Cortés es complicado sin antes sacudirse años de escepticismo y desencanto con el cine. Con el séptimo arte sucumbiendo al enésimo negocio, hacía falta un tío encerrado en una caja para recordarnos aquello que solíamos llamar “magia”. Apropiado es, cuanto menos.
Ya conocéis los precedentes; triunfo en Sundance, respaldo de la Crítica, 4000 salas internacionales, el estreno más dilatado en una película española. Y repito, “un tío encerrado en una caja”, sin trampa ni cartón. ¿Descabellado el resultado? A la magia me remito. El truco, como todo buen espectáculo, queda en manos de su prestidigitador.
“Enterrado” narra la agónica odisea subterránea de un desgraciado Paul Conroy, contratista americano destinado a Irak, que tras caer víctima de un ataque terrorista, termina sepultado bajo tierra en un oscuro y angosto ataúd con la única compañía de un zippo y su blackberry, al margen de futuras sorpresas.
Salvando odiosas comparaciones temáticas, más anecdóticas que provocativas (quien dice un episodio de Hitchcock dice una escena de Tarantino), y dicho sea más halagadoras que denigrantes (mejor ellos que no Uwe Boll o David Decoteau), la propuesta de “Enterrado” es tan original y arriesgada como su propio desarrollo.
Puestos a buscar paralelismos, habría que remontarse a principios de los 70 para encontrarse con un kamikaze cinematográfico parejo, aquel “diablo sobre ruedas” que un joven Spielberg puso en carretera durante hora y media sin tregua ni descanso.
Cortés aplica la misma fórmula a “Enterrado”, salvando las distancias estéticas, para llevar a cabo un proyecto a priori inviable. No es de extrañar que el guión de la película, de unas setenta páginas, escritas por Chris Sparling, pasara con más pena que gloria por las manos de Hollywood durante años, antes de caer en las del osado realizador gallego.
Siempre con el montaje final presente en la cabeza, Rodrigo Cortés tuvo que exprimir el poco tiempo disponible, repartido en tres intensas semanas de rodaje y otras tres para edición, y aunque reconoce que fue duro, también que no cambiaría nada.
“Enterrado” es, además de una película sobre una caja, una caja en sí misma, blindada a prueba de errores, sin brechas, agujeros ni paredes de doble fondo. Cada plano ha sido medido y meditado hasta la última consecuencia por un cineasta tan seguro de sí mismo como de su criatura, con suficiente autocrítica como para estar un paso por delante de las críticas externas, a las que confiesa no tener miedo.
Supongo que esa seguridad debió de verla también Ryan Reynolds, que aceptó el papel de inmediato. Un actor que merece especial mención, no sólo por el papel más prolongado de su carrera, sino también por el mejor interpretado. Simplemente, está sublime como Paul Conroy, y por prejuicios que puedan suscitar otros de sus trabajos, aquí se lleva un porcentaje alto de su éxito.
Siendo una película de este calibre, y con la complejidad que supone su realización (dentro de lo sencilla que parece a simple vista), no puede olvidarse el mérito de Eduard Grau, director de fotografía, por el inteligente uso de la luz en el ataúd de Conroy, tan coherente con la propia narrativa que se sirvió de las fuentes de iluminación del personaje, tanto del zippo como de la pantalla LCD del móvil, consiguiendo de paso unas texturas orgánicas impresionantes. Tampoco olvidarse del co-protagonista de la historia, el ataúd, del que se construyeron 7 modelos diferentes para poder atender a los distintos tiros de cámara, del sufrido diseño de sonido, a cargo de James Muñoz, o la notable BSO de Víctor Reyes, reservada sólo para momentos puntuales, acompañando a los distintos estados emocionales de Paul Conroy.
95 minutos de duración dan para mucho entre cuatro paredes, y “Enterrado” nos regala momentos de todo tipo, desde drama hasta humor negro, pasando por fugaces pinceladas de acción-aventura, manifiesta crítica social, suspense y sobretodo terror, traducido como un carrusel interminable de tensión, angustia y desolación. Llama la atención que precisamente, Cortés reniegue del Terror para enmarcar su película dentro un género, apostando más por un “thriller intenso”, como confeso adorador de Hitchcock, aunque la publicidad (ingeniosa y sutil, no podía faltar en las menciones) también apunte a nuestro querido género para venderla. Cuestión de gustos u ópticas.
No podría terminar sin dar cita a ese otro gran responsable de que “Enterrado” siga ascendiendo sin descanso en su camino hacia el gran público: el secretismo. La película de Cortés, además de una caja fuerte, también es una caja negra, y en este respecto ha confesado que le preocupa más conservar la opacidad de sus paredes que la mismísima piratería. Así pues, nada de spoilers, y a disfrutar vírgenes del horror de una de las mejores propuestas del año, indiferente a la incansable tristeza de la cartelera.