Es que evadirse no debería ser dificil, debería ser lo más fácil del mundo, es lo que le pedimos al director cuando nos sentamos a oscuras, confiados, en una sala de cine. Lo que ocurre es que muchos, muchísimos directores, no saben hacerlo bien, el cine es un engaño, una mentira, pero lo que diferencia al buen cine del malo es que en el bueno nunca notas el engaño. No es por la pregunta de Slumdog en sí, si no por de lo que viene precedida: nos recalcan el desconocimiento por parte del personaje de la respuesta en dos secuencias clave, es evidente que le pregunta es más fácil que otras que le han preguntado antes y, para colmo, la acierta de chiripa. No es fabulista, es directamente irreal, falsario, es un elemento de reiteración para recalcar, una vez más, que es el "destino" el que elige que ese ignorante mocoso se convierta en millionario. ¿Elige el destino tambien la trayectoria errática de su hermano? ¿Elige el destino la muerte de su madre, la ceguera de su amigo? Esa impostada poesía de la pregunta final es de chillar fuerte: un mecanismo de guión que creía ya extinguido en los años 40, de hacer cumplir los objetivos (el "happy end" en su peor definición) como catarsis para el espectador.
Ese guión se lo enseñas a pelo a un decena de profesionales de nivel y se ríen fuerte, de esputos en las carcajadas. Y es que lo malo no es que sea el eterno "chico rescata a chica de los malos malosos y comen perdices", lo malo es el método que utiliza para contarlo, realizando una serie de disparates, como esa pregunta final que no solo es previsible si no tan, tan forzada que te saca por completo, no puedes evadirte ante un truco de magia cuando te enseñan el doble fondo de la caja del mago, no cuando esa no es la función.