Un ex-jefe era sindicalista. Liberado, claro, lo que le posibilitaba estar todo el santo dia el bar. Su negocio, mientras tanto, se lo levantaba yo currando doce horas diarias. SU negocio, mientras cobraba su sueldo de semi-funcionario religiosamente. No se perdía una manifa por los derechos de los trabajadores, gremio al que decía pertenecer (ja).
Un dia me plantó un papel encima de la mesa. Me dijo que o lo firmaba, o me iba a la calle. En el se decían cosas tan bizarras como que mis amigos tenían prohibido venir a saludarme, que tenía que hacerle un parte de trabajos diario detallado al minuto, que si la empresa no daba beneficios (según el) ,mi sueldo bajaba al mínimo, y que se podía requerir mi presencia en cualquier horario o dia, fuese de noche o festivo. Daba igual. Le dije que se metiera su trabajo por el culo y me fui. Por supuesto, no vi un duro de indemnización. El golpe me dejó tan en shock, que ni me ocupé de ello. Pasé página por el bien de mi salud mental.
Poco después, entré a trabajar la UGT. En concreto para IFES (Instituto de Formación y Estudios Sociales). Impartiendo clases a desempleados. Contratos POR OBRA, cobrando una mierda, y a la calle hasta que no te llamasen para el siguiente. Viendo dia tras dia como robaban impunemente el dinero de los parados y nos incitaban a mentir a los candidatos amenazándoles con que les iban a quitar el paro. O obligándonos a asistir a otros cursos como alumnos (ellos mismos previamente nos habían convertido en desempleados) para llegar al mínimo de asistentes y cobrar. También nos forzaban a realizar trabajos (como manuales o certificaciones ISO) de estrangis, y sin cobrar un duro, con la promesa de que así nos llamarían para el siguiente curso a impartir.
Un dia, me llamaron al despacho y me espetaron que debía afiliarme al sindicato si quería seguir allí, "por coherencia" (casi se me escapa la carcajada), y que al día siguiente querían verme con una pancarta en la manifestación que había convocada. La pancarta decía "CONTRA LA PRECARIEDAD LABORAL". Me contuve las ganas de partirles la cara y me largué de allí para no volver.
Así que aunque si, no digo que no haya sindicalistas buenos, para mi son, como colectivo, escoria. Parásitos del sistema que no solo no defienden los derechos de los trabajadores, sino que los erosionan. Por mi, que desaparezcan.