Ser madre es más que nunca la confirmación del dicho comentado estos días. El embarazo es la excepción a la regla.
En el ser humano hay una llamada invisible asociada a los genes, un impulso primitivo de la especie a ser padres que es independiente del deseo, de la razón. No tiene por qué haber motivación, cálculos, pensamientos, influencias, tradición, ni otras valoraciones. Es simplemente información implantada en el alma para la supervivencia de la especie humana. La misma evolución, que es independiente del deseo, ha incentivado con el placer sexual y la facilidad de embarazar que la humanidad se extienda. No es cuestión de voluntad. De voluntad es no procrear. De la voluntad depende oponerse al designio de la naturaleza. Empujados por las ideas de libertad de decisión, de mirar por uno mismo, de que la vida es un muro difícil que hay que escalar, de que hay muchas cosas más importantes por hacer que tener hijos, viene que muchos no quieran tenerlos.
Pero qué es la vida sino eso. Que la vida viva. Continuarla. Eres descendiente de Adán y Eva. Desde los primeros homínidos de la tierra ninguno de nosotros ha tenido un antecesor que haya decidido dejar de tener un hijo, o no estaríamos aquí.
Vale que para lo que se ve, más nos hubiera valido algún corte en el camino, pero en nuestros casos, no. Vale la pena tener un hijo? No siempre sale bien, a veces es un jodido sufrimiento, una lucha diaria y otras un regalo del cielo, la satisfacción más grande del universo. Pro una cosa es seguro y es que para el universo, que te ha regalado la vida, es una obligación el intento.