La guerra entre hombres y máquinas arranca con esta demoledora superproducción que busca aportar sin traicionar el espíritu de sus predecesoras. Visualmente, tremenda; lo peor, como era de esperar, lo plano del guión.
En 1984, un tipo malencarado recorría puerta a puerta la ciudad buscando a una mujer llamada Sarah Connor (Linda Hamilton). Aquella figura, curiosamente llamada a convertirse en la del Gobernador de California, pasaría a ser, junto con el octavo pasajero y con cierto depredador obsesionado con coleccionar columnas vertebrales, uno de los más importantes y reconocibles iconos de la ciencia ficción moderna. Y es que el “Terminator” de James Cameron se convirtió inmediatamente en uno de los títulos más admirados por los aficionados, máxime teniendo en cuenta que supuso el punto de partida de una trilogía formada por una segunda parte descomunal, también con Cameron tras las cámaras y con Arnold Schwarzenegger disfrutando y haciendo disfrutar al respetable de lo lindo, y un tercer capítulo dirigido por Jonathan Mostow que resultó poco más que entretenido, quedando como simple e incierto puente de tránsito hacia la demoledora nueva entrega que ahora desembarca en todo el mundo dispuesta a reventar taquillas y retinas.
La guerra entre los hombres y las máquinas se encuentra en todo su apogeo. Poco queda ya reconocible en nuestro planeta desde que Skynet iniciara su ofensiva contra nuestra raza. Entre los supervivientes, John Connor (Christian Bale), profeta para algunos y fraude para otros, intenta lograr que todo lo que aprendió de y con su madre le ayude a ganar esta batalla definitiva; en su lucha, encontrará un peculiar aliado en el extraño Marcus Wright (Sam Worthington), condenado a muerte años atrás que súbitamente despierta en medio del caos y la desolación. Aún sin las profundidades y la calidad de aquella, “Terminator salvation” sigue la estela de “El Caballero Oscuro” a la hora de afirmar con rotundidad que el espectáculo destinado a un público adulto es perfectamente asumible dentro de los parámetros de las superproducciones de corte fantástico, sin que esto implique tener que renunciar a un palco universal en el que el espectador adolescente tiene perfecta cabida. Y así lo ha entendido el equipo responsable de esta explosiva propuesta, que rediseña conceptos creados por sus predecesoras sin renunciar totalmente a su espíritu y a sus tendencias premonitorias y apocalípticas, incluso sumida ya en medio de la hecatombe nuclear.
McG, a quien hay que reconocer un extremo cuidado y encono a la hora de no parecer irrespetuoso con el maestro creador de la franquicia, trata de abandonar el colorido tono videoclipero de trabajos anteriores y dibuja un fresco rayano en el nihilismo en el que gris y marrón se convierten en las principales apuestas de una paleta cromática que plasma a la perfección las extremas condiciones en las que viven sus protagonistas, aferrados a una indecisa esperanza sin ningún tipo de garantía. Una vez más, la intensidad de Christian Bale logra que su trabajo respire veracidad incluso tratándose de un personaje de acción más que de palabras, beneficiado por el equilibrio que garantiza un Sam Worthington llamado a ser uno de los grandes nombres comerciales de la industria en los próximos años; eso sí, resulta indudable que el elenco de secundarios no aporta en exceso, si bien es de prever que en próximos capítulos aumente su peso en la trama global. Técnicamente la puesta en escena es fastuosa en su recreación del desastre, cuidada al detalle, sucia y engorrosa, tan cercana a cualquier propuesta bélica reciente como heredera de la esencia que el omnisciente Cameron logró imprimir a otros de sus inmortales, “Aliens, el regreso”, film del que aquí encontramos recuerdos que van más allá de lo estético y adrenalítico ?ahí está la pequeña Star (Jadagrace), reencarnación de la Newt a la que tanto amara Ellen Ripley?.
Vibrante de principio a fin, vigorosa, enérgica, delirante por momentos, la narración vuela envuelta en una banda sonora atronadora, que con los ecos de la composición de Brad Fiedel adquiere nuevos bríos gracias a la labor de un Danny Elfman que abandona sus parámetros más habituales para abonarse a este viaje hacia la destrucción ?o no, aún es pronto para saberlo? en que se convierte esta película desde el mismo momento en que arranca su triste historia; sangre, carne y acero se encuentran de manera definitiva, abriendo los brazos incluso a un cierto punto de sencillo pero efectista existencialismo en el que humano y cyborg han de replantearse sin son Némesis o reversos de una misma moneda, y el autómata consciente pugna por lo residual que de humano queda en él con incierto resultado. Respetuosa con sus fuentes, a las que homenajea con libertad, humor y cordura, pero razonablemente independiente, “Terminator salvation” sirve como irresistible anticipo visual de lo que está por llegar, a pesar de lo débil de un guión desgraciadamente autoconvencido de que el aspecto actoral y dramático puede quedar relegado a un segundo plano, sumergido en esta bulliciosa oda a la catástrofe.
Calificación: 7/10