alev
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Respuesta: Terrence Malick
Ya he visto Días del Cielo...
El segundo largometraje de Terrence Malick es la confirmación de que este director nos ofrece en sus películas mucho más que una historia. En su obra es tan importante el argumento como la vida interior de sus personajes, las contradicciones y contrastes, los enigmas, el contexto social y natural y un sinfín de matices y símbolos que se nos muestran clara e impactantemente en ocasiones y de una forma velada en otras. Esta riqueza nos permite múltiples lecturas, nos cuestiona y provoca de una forma muy personal a cada uno de nosotros.
Más allá de lo que la película cuenta, está lo que nos cuenta de nosotros mismos, de nuestra propia historia.
De la fotografía y la banda sonora se podría estar hablando durante horas ya que son de una belleza impresionantes y enriquecen la película en cada momento.
Ya las imágenes iniciales, durante los títulos, son impactantes. Fotografías de época, retratos de las personas que poblaban el Chicago de principios de siglo. Sus miradas tienen una fuerza especial y me recordaban a esos Santos Inocentes de Delibes/Camus que viven estoicamente su destino, atrapados en la miseria y sus humillaciones. En palabras de Linda, la hermana pequeña: "Había gente que sufría muchas penalidades, dolor y hambre, incluso algunos llevaban la lengua colgando fuera de la boca".
Durante el tiempo del trabajo en la cosecha veremos el esfuerzo de los jornaleros, los interminables días de trabajo y la exigencia del capataz que representa con mano dura a un lejano patrón, poderoso y rico, dueño y señor de aquellas tierras que decide, cuando y cómo se hacen las cosas. El patrón es una figura misteriosa y simbólica, cuya fuerza se ve acentuada por medio de la metáfora de la casa, mansión inalcanzable siempre presente que materializa la vida con la que sueñan los pobres jornaleros y a la que está, expresamente, prohibido acercarse. La casa y su Señor son caras de una misma realidad que contrasta continuamente con la dureza del trabajo y penurias de los trabajadores.
Las puertas de esa vida se les ofrecen abiertas a los tres protagonistas cuando el Señor de las tierras se enamora de Abby y la invita a "entrar a la casa" junto a sus supuestos hermanos. Al mismo tiempo que reciben dicha invitación, Bill descubre que el patrón se encuentra gravemente enfermo, a las puertas de la muerte. No es necesario que nos expliquen como la tentación de una vida mejor acaba dominando las opciones, confiados en que sería un mal menor por el pronto fallecimiento del Amo. Tremenda opción en la que se contrapone el bienestar material frente al amor intangible, la riqueza inmediata frente al beneficio de un proyecto común, la traición a la honestidad, el éxito de alcanzar el sueño del resto frente al fracaso de quedarse en la miseria donde están todos. Malick no nos detalla la opción, pero somos testigos de como Bill, Abby y Linda viven sus efímeros días de Cielo. En palabras de Linda: "Nunca habíamos sido tan ricos, quiero decir que de repente vivíamos como reyes. No hacíamos nada. Nos pasábamos todo el día jugando. No teníamos otra cosa que hacer. Desde luego los ricos lo pasan muy bien".
Pero la felicidad en la mansión del granjero poco a poco desaparece y se va acabando según el doble juego de engaños y disimulos va dejando la relación de Bill y Abby desprovista de sentido, de espacios para expresarse quedando reducida a miradas robadas, momentos furtivos, celos, frustraciones y vacíos que ni siquiera toda la riqueza de la mansión puede compensar. Los días de Cielo van dejando paso a días de amargura y desolación. Cuántas veces se preguntarán los protagonistas, como la Holly de Malas Tierras hacía en aquel bosque, ¿qué hubiera sido de mi vida si no hubiera aceptado aquella invitación? ¿qué hubiera sido de mi si hubiera tomado otra opción, si hubiera sido fiel a mis opciones, a mis convicciones, a mis inquietudes?.
La intensidad del conflicto aumenta cuando el dueño va descubriendo signos inequívocos del amor entre Bill y Abby y la desconfianza va creciendo en él, que había abierto la puerta de su casa a Abby y a sus hermanos por amor. La sensación de traición llega a la convulsión cuando llega la plaga de langostas, en una figura evidentemente bíblica: El hombre cae en la tentación, traiciona la confianza y acaba recibiendo el castigo de la infelicidad, de la destrucción y la esterilidad de una cosecha perdida culminando en una espiral de violencia imparable plasmada en la pantalla como un fuego que arrasa la plantación y que es la expresión terrible del dolor y la destrucción en la que se han convertido aquellos Días de Cielo con pies de barro.
Son imágenes apocalípticas que ya se nos habían anticipado en las primeras escenas cuando Linda dice: "Conocí a un tipo llamado Ding Dong. Me dijo que la tierra entera se convertiría en una hoguera. Las llamas emanarían a diestro y siniestro...."
En fin, que me ha parecido sensacional esta segunda película de Malick, con una potencia visual y musical impresionante, interpretaciones impecables y, de nuevo, la sensación de que es un cine que se queda contigo, te acompaña, te cuestiona y provoca. Te arma y desarma para no dejarte indiferente ante la naturaleza humana que, una vez vista, te resulta más comprensible en su pequeñez y miseria.
Creo que me ha gustado más incluso que Malas Tierras. Perdonad el tocho... me puse a escribir y aquí lo dejo para el que tenga la paciencia de leerlo.
Ya he visto Días del Cielo...
El segundo largometraje de Terrence Malick es la confirmación de que este director nos ofrece en sus películas mucho más que una historia. En su obra es tan importante el argumento como la vida interior de sus personajes, las contradicciones y contrastes, los enigmas, el contexto social y natural y un sinfín de matices y símbolos que se nos muestran clara e impactantemente en ocasiones y de una forma velada en otras. Esta riqueza nos permite múltiples lecturas, nos cuestiona y provoca de una forma muy personal a cada uno de nosotros.
Más allá de lo que la película cuenta, está lo que nos cuenta de nosotros mismos, de nuestra propia historia.
De la fotografía y la banda sonora se podría estar hablando durante horas ya que son de una belleza impresionantes y enriquecen la película en cada momento.
Ya las imágenes iniciales, durante los títulos, son impactantes. Fotografías de época, retratos de las personas que poblaban el Chicago de principios de siglo. Sus miradas tienen una fuerza especial y me recordaban a esos Santos Inocentes de Delibes/Camus que viven estoicamente su destino, atrapados en la miseria y sus humillaciones. En palabras de Linda, la hermana pequeña: "Había gente que sufría muchas penalidades, dolor y hambre, incluso algunos llevaban la lengua colgando fuera de la boca".
Durante el tiempo del trabajo en la cosecha veremos el esfuerzo de los jornaleros, los interminables días de trabajo y la exigencia del capataz que representa con mano dura a un lejano patrón, poderoso y rico, dueño y señor de aquellas tierras que decide, cuando y cómo se hacen las cosas. El patrón es una figura misteriosa y simbólica, cuya fuerza se ve acentuada por medio de la metáfora de la casa, mansión inalcanzable siempre presente que materializa la vida con la que sueñan los pobres jornaleros y a la que está, expresamente, prohibido acercarse. La casa y su Señor son caras de una misma realidad que contrasta continuamente con la dureza del trabajo y penurias de los trabajadores.
Las puertas de esa vida se les ofrecen abiertas a los tres protagonistas cuando el Señor de las tierras se enamora de Abby y la invita a "entrar a la casa" junto a sus supuestos hermanos. Al mismo tiempo que reciben dicha invitación, Bill descubre que el patrón se encuentra gravemente enfermo, a las puertas de la muerte. No es necesario que nos expliquen como la tentación de una vida mejor acaba dominando las opciones, confiados en que sería un mal menor por el pronto fallecimiento del Amo. Tremenda opción en la que se contrapone el bienestar material frente al amor intangible, la riqueza inmediata frente al beneficio de un proyecto común, la traición a la honestidad, el éxito de alcanzar el sueño del resto frente al fracaso de quedarse en la miseria donde están todos. Malick no nos detalla la opción, pero somos testigos de como Bill, Abby y Linda viven sus efímeros días de Cielo. En palabras de Linda: "Nunca habíamos sido tan ricos, quiero decir que de repente vivíamos como reyes. No hacíamos nada. Nos pasábamos todo el día jugando. No teníamos otra cosa que hacer. Desde luego los ricos lo pasan muy bien".
Pero la felicidad en la mansión del granjero poco a poco desaparece y se va acabando según el doble juego de engaños y disimulos va dejando la relación de Bill y Abby desprovista de sentido, de espacios para expresarse quedando reducida a miradas robadas, momentos furtivos, celos, frustraciones y vacíos que ni siquiera toda la riqueza de la mansión puede compensar. Los días de Cielo van dejando paso a días de amargura y desolación. Cuántas veces se preguntarán los protagonistas, como la Holly de Malas Tierras hacía en aquel bosque, ¿qué hubiera sido de mi vida si no hubiera aceptado aquella invitación? ¿qué hubiera sido de mi si hubiera tomado otra opción, si hubiera sido fiel a mis opciones, a mis convicciones, a mis inquietudes?.
La intensidad del conflicto aumenta cuando el dueño va descubriendo signos inequívocos del amor entre Bill y Abby y la desconfianza va creciendo en él, que había abierto la puerta de su casa a Abby y a sus hermanos por amor. La sensación de traición llega a la convulsión cuando llega la plaga de langostas, en una figura evidentemente bíblica: El hombre cae en la tentación, traiciona la confianza y acaba recibiendo el castigo de la infelicidad, de la destrucción y la esterilidad de una cosecha perdida culminando en una espiral de violencia imparable plasmada en la pantalla como un fuego que arrasa la plantación y que es la expresión terrible del dolor y la destrucción en la que se han convertido aquellos Días de Cielo con pies de barro.
Son imágenes apocalípticas que ya se nos habían anticipado en las primeras escenas cuando Linda dice: "Conocí a un tipo llamado Ding Dong. Me dijo que la tierra entera se convertiría en una hoguera. Las llamas emanarían a diestro y siniestro...."
En fin, que me ha parecido sensacional esta segunda película de Malick, con una potencia visual y musical impresionante, interpretaciones impecables y, de nuevo, la sensación de que es un cine que se queda contigo, te acompaña, te cuestiona y provoca. Te arma y desarma para no dejarte indiferente ante la naturaleza humana que, una vez vista, te resulta más comprensible en su pequeñez y miseria.
Creo que me ha gustado más incluso que Malas Tierras. Perdonad el tocho... me puse a escribir y aquí lo dejo para el que tenga la paciencia de leerlo.