Respuesta: Tim Burton, el post
El otro día vi, por enésima vez, pero después de mucho tiempo:
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Pesadilla antes de navidad (
Knightmare before Christmas, Henry Sellick, 1993)
Una oda a la perfección del feismo
¿Qué tienen en común "Mad monster party" (Jules Bass), "How the Grinch stole Christmas" (Dr. Seuss / Chuck Jones), "Rudolph the red nosed reindeer" (cuento popular), "Frankenstein" (Mary Shelley)? Pues que todas sirvieron, a su medida y forma, de influencia a la hora de acoplar o formar gran parte de las ideas y guión de "Pesadilla antes de navidad" (Monster por su colección de monstruos, Grinch por su retorcida, divertida y a la vez irónica propuesta de la navidad, Rudolph como el elemento que salvaba el desastre gracias a su nariz roja como Zero y Frankenstein como pilar fundamental para Sally y el Dr. Flinkenstein).
Burton, que siempre ha sentido verdadera debilidad por la navidad y por Halloween, tuvo a bien en crear un poema con un batiburrillo de elementos cuando trabajaba para Disney (la época de "Taron y el caldero mágico") para más tarde, con la conjunción de cabezas pensantes (el propio Burton y los mandamases de Disney en aquellos momentos), transformar aquel poema ("Trick or treat" iba a llamarse en un principio) en una película. Y que mejor forma de hacerlo que en gloriosa stop-motion.
Burton estaba ocupadísimo con Batman Returns y tuvo a bien dejar en manos de otro maestro, Henry Sellick, la batuta de dirección pero sin salirse ni un ápice de lo que Tim tenía dentro de su (espiralítica) mente. Así que manos a la obra y contando con las virtuosas gracias de apellidos como los 2 antes citados junto con Danny Elfman en la BSO, Caroline Thompson en el guión y Pete Kozachik en la fotografía entre otros tantos depararon una de las obras maestras del séptimo arte de la historia de la animación y del cine en general.
Una película anclada en cuatro ambientaciones distintas y que absorven un sinfín de lugares comunes:
Halloweentoon (expresionismo alemán muy patente al igual que una carta de presentación al universo cerrado de Burton: espirales, perspectivas grotescas donde el barroquismo, lo gótico, lo oscuro, el terror / miedo a lo desconocido, criaturas fantásticas con una profunda personalidad marchita pero inocentes en espíritu),
Christmastown (Dr. Seuss en su máxima exposición: mundo de colorido, de vida, de candor a la vez que de buenos sentimientos, automatización en pro de una beneficiencia mayor),
Mundo real (el barrio residencial por antonomasia, hogar de un Burton que recuerda aquellos tiempos con añoranza y con terror a partes iguales) y la guarida de
Oogie Boogie (una visión perversa de la Inquisición junto con el mundo hipnótico y grotesco de Las Vegas, utilizando la luz ultravioleta para poder ver las bondades y miserias de un mundo luminoso).
La película es un claro reflejo del síndrome Burnout.
Jack Skellington (personaje cuyo diseño, al igual que Sally, proceden de "El mago de Oz", del cual Tim es un verdadero admirador) se
encuentra aturdido, deprimido, abatido ante el estress provocado por la rutina y realización mecánica y metódica de la fiesta anual de Halloween. Siendo el rey de las calabazas, el rey del mal, no ve una luz al final del túnel y casualmente la encontrará en esa nueva ciudad para él: la ciudad de la navidad. Y como siempre sucede, pensamos que lo nuevo es mejor que lo que ya tenemos.
Y ahí radica la originalidad de la sencillez.
Una usurpación en toda regla de una festividad y la creencia (algo que no entiende Jack) de que él puede hacerlo mejor. Al contrario que El Grinch, cuya intención es robarla para destruirla, Jack quiere robarla para supuestamente mejorarla. Mientras tanto tenemos una plasmación de fases que van desde la atracción por lo desconocido (como bien se muestra en las diferentes investigaciones) hasta la convicción de estar en posesión de la verdad hasta darse cuenta de que, como dice el dicho: "Cada mochuelo a su olivo" (o en otras palabras: dejemos las cosas como están).
Porque la esencia está en el amor. Y ahí es donde está la clave.
Jack necesita amor, necesita comprensión y se ve frustrado al no comprenderlo (o no saberlo). Sally es una de las piezas fundamentales de esta historia pues es uno de los personajes más frágiles a la vez que es uno de los más sentidos (su deconstrucción es impactante desde cualquier forma posible). El particular Frankenstein (aunque no es la primera ni última vez que Burton lo emplea) de esta película que descubre que el amor es lo que necesitan.
Y así, con la simbiosis de dos mundos totalmente antagónicos (Navidad / Halloween), descubrimos que los polos opuestos se atraen.
Un musical en toda regla, donde las canciones son el hilo conductor de esta (grotesca pero a la vez hipnótica) historia. Una partitura que contiene las señas identificativas de un Danny Elfman en estado de gracia y que consigue construir, con el permiso de Eduardo Manostijeras y Batman, uno de sus mejores trabajos hasta la fecha. Títulos tan explícitos como "This is Halloween" (una forma de plasmar el modus vivendi de los habitantes de esa ciudad), "Jack's Lament" (la melancolía y tristeza como canto desesperado), "What's This?" (un icono en sí misma) o "Sally's Song" (una declaración de amor atemporal), entre otros temas, hacen de esta BSO uno de los mejores trabajos y a la vez más redondos.
Canciones con contenido y sobre todo con sentimiento.
Con un humor no apto para todos los públicos y con cierta tendencia al (iconoclasta) mal gusto (un hombre tiene clavado un hacha en la cabeza, niños que conviven entre inmundicia, decapitaciones, arrancamientos de cabeza, feismo patente en todos y cada uno de los personajes, alusiones a muerte - destrucción), junto con un guión extraño pero a la vez repleto de ironía y saber hacer / estar, "Pesadilla antes de navidad" se acabó convirtiendo en pieza de culto por un sinfín de seguidores (entre los que me encuentro) y que con el tiempo ha ido ganando el prestigio que no se le quiso ofrecer en el momento de su estreno dado que Disney no sabía como afrontar esa patata caliente creyendo, ilusos, que aquello era una patata envenenada.
Menos mal que para enmendar el error del aplauso estamos nosotros.