Esta crítica no va sólo dedicada en cabeza a Scissorhands (claro está) ni a los foreros fans del vendebolsos por antonomasia sino al foro en general. Esta película es arte. En estado puro.
(
Edward Scissorhands, 1990)
Antes de que él viniera, no nevaba nunca. En cambio después, sí nevó. Si él no siguiera vivo, ahora no estaría nevando... A veces aún bailo bajo la nieve.
Bienvenidos a Burtonland
Desde el primer instante que Burton se puso tras la cámara cada película suya era una especie de plasmación de momentos de su vida, de partes intrínsecas de su infancia, de su forma de ser, de su mundo oscuro de fantasía grotesca. Y si no son partes de su existencia sí lo son de su forma de ver el mundo: una espiral constante, evocando a un mundo que no termina nunca y que empieza donde acaba y viceversa. Después del blockbuster "Batman" ofreció al mundo su obra más completa, su obra más identificativa. Así como sus filmes esbozaban o transmitían parte de su universo no hay ningún otro título que encierre, evoque, narre ni exponga tan bien lo que Burton es como "Eduardo Manostijeras". Su película más personal, la que narra una parte existencial de su vida infantil cuando vivió en Burbank, en una de tantas urbanizaciones residenciales cerca del mundo Disney.
Porque al igual que el apellido que evoca color y fantasía tiene un lado oscuro, perverso, extraño a fin de cuentas así plasma Burton en su película que en ese lugar donde una paleta de colores suave, pastel, evocando una cordialidad extraña, una uniformidad pareja entre casa y casa se esconde un mundo interior donde, mientras los maridos salen de buena mañana a trabajar para mantener a sus familias en el perenne sueño americano, se esconden miserias, críticas y chismorreos, eso que en todo patio de vecinos convive como ese castillo en lo alto de la colina, envuelto en un color tétrico, oscuro, que irradia desconfianza. Pero Burton es un mundo de capas, un mundo donde lo superfluo esconde encanto y así lo exhibe cuando Peg traspasa el umbral de esa mansión y descubre un mundo hermoso, de figuras fantásticas y cargadas de una mente privilegiada.
Así es "Eduardo Manostijeras". Un icono de la fantasía, de la inocencia, de un ser puro, que no ha establecido contacto en su vida con un mundo retorcido, carente de bondad y que lo distinto, como suele suceder, se ve como algo malo, algo de lo que apartarse aunque si por el camino podemos explotarlo mejor que mejor: de ahí que Edward no ve inconveniencia alguna en ser utilizado, porque su creador, su dueño, su maestro, su padre y su amigo (todo en uno) le enseñó modales, le enseñó buenas costumbres. No fue creado para concebir las malas artes de un mundo que todo lo bueno lo destroza ni tampoco tiene doblez en el carácter. Ya sean con acciones ya sean con palabras. Es un ser puro de corazón, un ser inocente e infantil que no está preparado para un mundo de adultos. Interesante punto de inflexión cuando toda la vecindad, completamente femenina, van comentándose unas a otras la nueva presencia para luego ver un beneficio en él y acabar convirtiéndolo en un mal al cual hay que eliminar.
Frankenstein, Pinocho, La bella y la bestia o incluso el propio "Frankenweenie" son ejemplos perfectos y prácticos en los cuales Burton y su guionista Caroline Thompson se basan como punto de partida, como base, forma y fondo para construir un cuento de hadas infantil/adulto donde el expresionismo alemán o el mundo de Roald Dahl son empleados para concebir un habitáculo donde un inventor logra darle vida a lo inerte, lo inanimado, como ya sucedía con el Dr. Frankenstein o Geppeto. Un hombre que ve como sus creaciones pueden ser utilizadas para el bien, ser empleadas algo bueno. Un inventor que procura darle una educación y modales a su "hijo" (entrañable escena donde le enseña cómo comportarse en la mesa). Pero a su vez, por desgracia, no pudo acabar su cometido de completar el trabajo en una de las escenas más icónicas de toda la película con esas manos destrozadas por las tijeras.
"Eduardo manostijeras" es ante todo una historia de amor. Trágica a la vez que atemporal. Un romance surgido del rechazo y el prejuicio. Interesante como Kim irá transformándose y aceptando poco a poco a Edward como alguien que le comprende, respeta y ama pero nunca podrán acabar juntos aunque ella no vea su imperfección como un impedimento ("Abrázame") sino por el rechazo social y la hipocresía de la comunidad quien intenta, por todos los medios, reeducar-convertir al distinto para que sea uno más en una sociedad de consumo y valores retorcidos. Porque esta fábula con moraleja fantástica no deja de ser un esbozo de una realidad no tan lejana. Burton enfatiza como el friki siempre provoca admiración y rechazo a fin de cuentas (incluso podría verse, dado el caso, como una especie de biopic o filme personal).
Aparte de la dirección y los actores (perfectos todos y cada uno de ellos en su rol y arquetipo, con un Depp entregado y logrando su primer papel protagonista con un personaje que es un caramelo para la interpretación comedida y logrando un icono pop del séptimo arte) uno de los elementos imprescindibles de toda la película es la partitura magistral de Danny Elfman, siendo símbolo de la fantasía más primigenia y elemental, base clave para dar forma a una melodía de cuento de hadas navideño donde sólo nieva cuando Edward talla el hielo. Emotivo e icónico momento donde Kim danza sobre la cascada de copos de nieve. Una declaración de intenciones hermosa dándole forma a la inocencia pura. Pero no sólo de melodía vive "Eduardo manostijeras" sino también de una fotografía excelente, dándole una ambientación trabajada. Sin ir más lejos la película tiene tres tonos perfectamente ensamblados: el terrorífico (una parte del castillo / la parte final al enfrentarse Edward contra el villano de la película) - el fantástico (la fábrica y el jardín del castillo) - el costumbrista urbano (todo lo que concierne al mundo real) donde la fotografía juega perfectamente con la colorimetría contrastada y haciendo que una parte conviva en la otra como es el caso de el jardín colorista en un mundo oscuro y Edward traspasando al mundo de los "vivos".
Uno de los trabajos más personales y logrados de Tim Burton donde consigue concebir una de las criaturas más hermosas, frágiles, grotescas y psicológicamente más interesantes de toda su filmografía. Carne de un mundo oscuro pero carente de maldad, un personaje triste pero cargado de amor. Una oda al amor incondicional a pesar de no estar preparado para convivir en el mundo de los humanos. "Eduardo manostijeras" es una de las mejores obras maestras del cine contemporáneo, donde la belleza, la fantasía, la sensación de onirismo y la calidad están puestas al servicio de una realización competente (aunque hay algún momento irregular en el metraje pero tan nimio que poco importa) donde Burton juega, maquina, expone y sobretodo rueda con el corazón, siendo su trabajo más característico, el más personal y el que mejor representa un universo particular, un psicología infantil encerrada en una mente que funciona en espiral constante donde al final, lo que prima por encima de todo, es el amor incondicional y la soledad que éste provoca en todos.