Es que, como tu dices, has ido a dar con el agujero más infecto de la ciudad. Ese, y el que tienen al lado. Pa matarlos. En cambio, si llegáis a ir cien metros más allá, al San Antonio, o en la misma plaza Mina, al Casa Castillo, se os hubieran caído lagrimones como puños, no ya por la comida (exquisita), sino por el trato de los camareros, que son para invitarlos luego a copas.
Ese ANTRO (por que no tiene otro nombre), es lo peor de lo peor. Solo me he sentado allí una vez. No suelo frecuentar los bares cerca de mi casa. Pero ese día venía con mis suegros, mi mujer, y la niña pequeña llorando por que tenía hambre. Total, que decidimos sentarnos. De las seis mesas escasas que había fuera, ocupadas dos. Y la nuestra. Sale a "atendernos" el calvo cabrón después de casi VEINTE minutos esperando y llamándolo. Como el que oye llover. LLega por fin:
-- Hola, buenas tardes. Una coca cola, una cerveza, una... (lo típico). Y de comer, queremos...
-- Espérese. Me pide cuando le traiga la bebida.
-- Pero es que tenemos prisa y ya sabemos lo que quer... [camarero alejándose]
Pasan otros quince-veinte minutos. Mi mujer, a punto de subirse por las paredes, y la niña llorando. Aparece por fin con las bebidas. Los vasos, medio llenos de agua de los cubitos derretidos. Los miro con cara de asco para ver si se da por aludido. Que si quieres coles catalina... Mi mujer le espeta:
-- ¿Van a tardar mucho en servirnos? Es que la niña no ha comido y tiene hambre.
-- Noventa minutos.
No sé por qué, pensé que era una típica coña bromística. Noventa minutos... como va a ser eso... Suelto una carcajada por que mi mujer había puesto cara de mala ostia, y yo no quería que estuviera en una situación violenta por no captar el chiste.
Y unos cojones un chiste.
Miro al camarero esperando una sonrisa de complicidad, y me encuentro un rostro más duro que el hormigón armado que me espeta:
-- Noventa minutos. Como mínimo. Que tenemos mucho trabajo. Pidan rapidito.
Mi mujer explota, y se levanta de la silla cogiendo a la niña. Le dice que como puede tener la cara de decir eso con la mitad de las mesas vacías. El tipo la mira y ni le contesta. Me levanto, y me pone la mano en el hombro. Son dieciseis euros. Por las bebidas.
Ya exploté. Si las bebidas hubieran estado servidas en su momento, hubiera pagado. Si no hubieran estado aguadas y en unos vasos infectos, hubiera pagado. Si nos las hubiéramos bebido, hubiera pagado. Pero así, NO. Así que cogí el petate y nos largamos mientras nos decía de todo.
JAMÁS se me ocurrirá volver a pisarlo, aunque sea el último rincón de la tierra y me esté muriendo de hambre y de sed.
Pero si te aseguro que diste con la manzana podrida. En Cádiz hay, como en todos los sitios, de todo. Anda que no me he encontrado situaciones como la tuya (o la mía), en Barcelona o Madrid...
Pero también hay sitios magníficos. Solo que hay que saber donde están y eso para un turista a veces es complicado...
Manu1oo1