Respuesta: Woody Allen's post
¿Cómo puede gustarte un ventrílocuo por radio? ¿Cómo sabes si mueve los labios o no?
Si con “La rosa púrpura del Cairo” rendía un homenaje redondo al cine con “Días de radio” hace lo mismo con ese aparato que formó parte de las vidas de millones de personas y que aún a día de hoy, aunque parezca relegada a un segundo o tercer plano, sigue siendo un medio que sigue teniendo su validez y eficacia. Uno no puede evitar tener la radio puesta, uno no puede pasar sin encenderla para escuchar música mientras hace su trabajo o los quehaceres del hogar, uno necesita tenerla encendida para “que le haga compañía”. Pero en los tiempos donde ni la tele ni el internet poblaban los hogares , la radio era el eje, el pilar, el centro de la familia. Gracias a ella se podía acceder a las noticias, a la música, a los seriales. A la vida. Porque la vida de todos, aparte de su familia y su trabajo, existía gracias a las pasiones románticas de los héroes y personajes anónimos convertidos en iconos en sí mismo.
Pero gracias a la radio uno podía escuchar los partidos, enterarse de los cotilleos, recibir consejos de autoayuda o simplemente marcar a fuego momentos concretos de la vida de cada uno que iban acompañados de canciones concretas que a base de recuerdos y nostalgia surgen y fluyen cada cierto tiempo a modo de añoranza tierna y de emocional sentido de tiempos pasados que si bien quizás no fueron mejores fueron nuestros, para lo bueno y para lo malo.
Pues Woody Allen consigue transmitir todo esto en una película que rezuma vida. Vida y nostalgia. Nostalgia por un tiempo que tristemente mi generación empezó a perder por la llegada de la televisión y que las generaciones de hoy (y del futuro) no sabrán lo que era escuchar música a través de un aparato radiofónico. O lo que era seguir una serie donde los efectos eran sonoros y las aventuras estaban en la imaginación de los espectadores (infantes y no tanto). Realizada de forma autobiográfica y con una voz en off narrativa excelente y expuesta a través de los ojos (y forma) de un niño judío “Días de radio” expone sin dejarse nada en el tintero un pedazo de historia americana: Orson Welles y su invasión extraterrestre en un episodio realmente divertido, la invasión de los japoneses y los alemanes en la Segunda Guerra Mundial y como todo niño sobredimensiona el valor y la gallardía intentando dar caza a la llegada de supuestos submarinos.
Lo que más llama la atención de esta película es que el guión / la historia / la trama son puras vivencias (reales o inventadas, no tengo el conocimiento al cien por cien para saber donde empiezan unas y acaban otras) y como tales son pequeñas píldoras, pequeñas anécdotas, grandes experiencias y realizadas de tal forma que son Allenianas pero nadie puede negar que quizás todos tenemos las nuestras, parecidas o distintas, pero vivencias al fin y al cabo. Y como siempre sucede con los recuerdos y la nostalgia, Allen expone de forma más amable y mucho más divertida que de costumbre. Como si el tiempo pasado fuese mágico, fuese distinto al actual, fuese hecho de sueños aún teniendo tantas desgracias como la falta de empleo o una guerra mundial en ciernes.
Desde luego Allen logra un título perfecto al respecto donde cada anécdota es una experiencia y logra rellenar a todas de ese humor tan particular y sobre todo tan cercano. Tan sólo con los primeros cinco minutos donde los ladrones responden al teléfono y ganan el concurso ya valdría toda la película pero es una concatenación pura: Allen intentando conseguir el anillo del Vengador enmascarado como si eso fuese el mayor de los tesoros (¿Quién no ha idealizado juguetes y obsequios de su personaje favorito?), el niño sacando el preservativo en la clase, o ver como todo el mundo (desde sus padres hasta el rabino) reparten una somanta palos al pobre crío de una forma realmente cómica. Es imposible no reírse sin parar ante la vieja que muere ante la relación interracial y furtiva de la hija de la vecina.
Y como la vida son anécdotas y las anécdotas son la vida Allen no puede evitar sentirse romántico al respecto y como expone la relación familiar, todos los miembros compartiendo casa y como los actores acaban formando parte de nuestra existencia por recordarnos a vivencias propias: la tía solterona cuyos novios le salen rana, la prima que espía a los vecinos a través del teléfono o se disfraza para bailar e interpretar miméticamente a la cantante del momento (Carmen Miranda rules) o ver como los padres están siempre discutiendo pero no pueden vivir el uno sin el otro. O como un castigo a correazos se torna en una desesperada relación paterno filial ante la desaparición de una niña (retransmitido en directo y dándole la narrativa necesaria para darle la emotividad, tensión y exposición necesarias).
Quizás la parte de Mia Farrow sea la que menos me interese. No porque no esté bien filmada o no sea una de tantas constantes del cine de Allen pero simplemente porque me rompe, a gusto personal, el tono melancólico, emotivo y nostálgico de la familia del protagonista aún siendo, como todo en la vida, parte de su historia. Pero es Allen 100%, no se me malinterprete. Como los giros del destino acaban que ella no acabe muerta por presenciar un asesinato sino que acabe en la casa del asesino y su madre la alimente (al estilo italiano) para acabar siendo, como no, parte irremediable del círculo cerrado de Woody Allen como elemento sonoro de la vida en la radio. ¿Y qué hay más Alleniano en el cine que la vida en sí misma?