Toshiro Kurosawa dijo:
Hasta el siglo XIX, un "artista" no era más que un buen profesional de lo suyo, alguien que "tenía arte" para hacer algo no solo correctamente, sino con sentimiento y de forma sobresaliente en su terreno; Shakespeare, Cervantes, Velazquez, Rembrandt, Bach, Haendel, eran trabajadores de la literatura, la pintura o la música, al igual que los tipos que construyeron la catedral de León, curritos casi todos ellos anónimos, lo eran de la escultura, la arquitectura, la talla, etc...
¿Y qué ha cambiado? ¿Acaso ahora los artistas no son profesionales sobresalientes en su terreno? ¿No son trabajadores igual que lo eran hace cuatro siglos?
Toshiro Kurosawa dijo:
A partir de entonces empieza a extenderse un concepto de ARTE como algo más elevado, superior, distinguido, y los artistas empiezan a ser encumbrados, endiosados o maldecidos
Ese concepto tampoco es nuevo. Artistas encumbrados, endiosados y maldecidos han existido siempre. Velázquez era el protegido de Felipe IV; Miguel Angel, de la familia Médici; Carlos I hizo millonario a Tiziano; Ludovico Sforza fue el mecenas de Leonardo Da Vinci en su corte de Milán. La consideración y la estima que tenían todos estos artistas y su obra entre las clases aristocráticas era tan alta como la de cualquier artista actual.
Toshiro Kurosawa dijo:
el otro arte siempre ha sido la representación de la sociedad de cada momento, pero poco a poco empieza a salirse por la tangente, hay una disgresión entre el arte y el ARTE; comienzan la estavaganza, las vanguardias, el negocio del GRAN ARTE, los clasificadores, los entendidos, los marchantes, los críticos profesionales, etc, etc, etc... empieza a ser más importante la firma del artista que el objeto artístico en si...
A día de hoy esta tendencia ha degenerado en un cierto cantamañaneo acerca del ARTE, como denunciaba Orson Welles en la genial F for Fake, de manera que muchos desprecian todo aquel arte (con minúsculas) con intereses comerciales como inferior al ARTE (con mayúsculas) verdadero y supuestamente no comercial.
No conozco a ningún artista que trabaje por amor al arte, sin pretender obtener beneficio de su trabajo; tampoco sé de ningún crítico, entendido, agente o marchante que vea mal el hecho de que los artistas vivan y, si pueden, se enriquezcan con su trabajo.
Toshiro Kurosawa dijo:
Aquí es donde entra el cine con sus, para mi, banales clasificaciones de comercialidad, cine de autor o independiente: parece ser que Spielberg como mucho haría arte, mientras que Bela Tarr hace ARTE y por eso es mejor...
Te podrán parecer banales, pero otros pensamos que definen bastante bien unos campos bien diferenciados en este mundillo.
Los casos que citas, Spielberg y Tarr, hacen cine. Aparte de esto, sería difícil encontrar mayor diferencia entre dos directores. Steven Spielberg es una multinacional del entretenimiento (del
show business, si lo prefieres); un cineasta que mezcla a partes iguales espectáculo, sentimentalismo barato, falta de profundidad en sus guiones y un equipo técnico impecable. Todo ello aderezado por montones de dinero, tanto en la producción como en el marketing. Sus películas (salvo excepciones puntuales) están dirigidas a un público juvenil y son fácilmente comprensibles y asimilables por todo el mundo. Y obtiene resultados. Con una técnica perfecta, con un envoltorio de lujo, con publicidad exhaustiva, siempre arrasan en taquilla.
Béla Tarr, por el contrario, no pretende nada parecido. Su cine es, por definición, para minorías, con temas profundos y, a veces, desagradables. Mis hermanas no aguantarían ninguna de sus tomas de diez minutos, no digo ya un film completo. Pasa apuros económicos continuamente para financiar sus películas, y lo mismo rueda un documental de 35 m. que un largo de 415. La distribución es un desastre, y pocos se arriesgan a proyectar su obra en cines o publicarla en DVD. No ve cine, pasa de las giras publicitarias, prefiere el blanco y negro al color, y sólo aspira a lograr el público suficiente para financiar el rodaje de una nueva película.
La realidad: 999 personas de cada 1000 prefieren, y siempre preferirán, a Spielberg sobre Tarr. Pero, para mí,
Werckmeister Harmonies vale más que cualquier película del americano. O que todas juntas. Porque los films de Spielberg (y creo que he visto todos), siempre me entretendrán y me harán pasar dos horas agradablemente. Pero ver algo de Tarr es una experiencia emocionante; a veces, imborrable.
Son maneras de verlo.