Bueno, ahí va...
(id, M. Night Shyamalan, 2013)
Moby Dick reloaded
En un momento concreto padre e hijo (tanto en la ficción como en la realidad) comparten plano y el chaval le dice que está leyendo el famoso libro de la ballena blanca. Y es que la novela de Herman Melville servirá de inspiración de forma simbólica a la historia que Will Smith junto con Shyamalan han tenido a bien trasladar a la gran pantalla donde el miedo, las obsesiones, lo militar por encima de lo humano, la ausencia y carencia de emociones y como debemos enfrentarnos a nuestros temores dejando a un lado el terror que nos paraliza para poder plantar cara. La historia en sí no es nueva ni tampoco ofrece algo que pueda sorprender por su originalidad. Pero se puede incluso ver cierto interés por parte del director de querer seguir ofreciendo películas que puedan llegar a fascinar con la forma (puesta en escena) y convencer con el fondo (el mensaje).
Tristemente hay un problema capital en toda esta cuestión y ese no es otro que la carencia absoluta de ritmo. Y no sólo la falta sino un enfoque mal dirigido. Puedo llegar a comprender que como ya sucede en la gran mayoría de títulos anteriores en la filmografía de Shyamalan el hombre desubicado, la naturaleza contra el ser humano (y viceversa). Logro vislumbrar que se ha intentado enfocar desde un prisma mucho más intimista de lo que han intentado presentarnos con la publicidad engañosa de la que es víctima con cada nuevo título pero lo que no se puede eludir ni obviar es que no es una película que necesite ser tan intrínseca para demostrar esa especie de soledad del individuo frente a lo que nos supera o esa carencia afectiva entre el padre y el hijo para exponerlo todo con una pesadez y una ausencia completa de entusiasmo.
Porque Will Smith está completamente desdibujado con un rol que no aporta nada (tristemente). Una cosa es ser un hombre serio, desprovisto de emociones y que lleva inyectado en la sangre la militancia, la corrección, la rigurosidad, la ausencia absoluta de miedos y temores pero otra es acabar convertido en una especie de máquina, una expendedora de frases monocordes, sin levantar ni un tono. Llegados a un punto da igual lo que le suceda o los valores rígidos que intente transmitirle a su hijo. Es imposible sentir nada o empatizar con su personaje (que a la postre es un mero secundario por mucho que sea quien es). Y el otro fallo es que su hijo Jaden sigue sin tener la madera necesaria para llevar el peso dramático del personaje y mucho menos para ser el protagonista de esta historia de corte menor a pesar de estar enfocada en una épica trascendental. Y aún viéndole algún esfuerzo emocional como el enfrentamiento y reproches por un daño emocional y psíquico enquistado todo lo demás son caras planas y nulidad como actor.
El problema principal más allá de lo expuesto hasta ahora radica en que deja una sensación de que Shyamalan no cumple con lo que intenta contarnos en esta historia. Tiene miedo, un miedo atroz. Sin ir más lejos ha contado con la estrella mediática más llamativa del star system como si de esta forma lo necesitase desesperadamente para remontar o hacerse valer. Y encima añadiéndole la participación de su hijo, demostrando quien manda en este embrollo. Porque esta película no necesitaba tamaña lentitud, no necesitaba ir de lo que no es ni tan siquiera necesitaba ser profunda y meditativa más allá de lo que ya se intuye. Porque no casa ni cuaja. Puedo llegar a comprender que su interés es no venderse al Hollywood vacuo y con el único interés de ir pasando secuencias a un ritmo trepidante convirtiéndose en el blockbuster de turno. Pero no de esta forma, no así. Porque el guión no está trabajado, las escenas de acción son convincentes en su gran mayoría pero no aportan, no llegan, ni tan siquiera funcionan (por desgracia).
Eso demuestra que lo suyo no es torear en estas plazas. Le vienen grandes. Y se nota. Ha querido dejar su impronta, esa intimidad que tan bien se le da en un producto que no es el adecuado. No hubiese pasado nada en absoluto hacer un filme de acción al uso si hubiese estado enfocado, si hubiese estado predispuesto a hacerlo. Pero el miedo le ha podido y el resultado es más que indicador de que todo está a medio gas, se ha quedado en agua de borrajas. Y detalles visuales no le faltan ni mucho menos. Para empezar tenemos ese traje térmico que cambia de color según el estado anímico o la salud del que lo porta cambia, ciertos efectos visuales que funcionan por sí mismos como la deformidad facial que sufre Jaden por culpa de la picadura de un insecto o la belleza poética de la naturaleza en estado puro como la nieve, la vegetación arrugándose ante la bajada de temperatura.
Ecos a casos como "El bosque" o incluso "El incidente" pueden llegarse a escuchar donde el ser humano debe enfrentarse a lo que tiene miedo o como la naturaleza se torna agresiva ante la presencia amenazante del ser humano pero son eso, meros y simples ecos que no salvan el conjunto. Tristemente quiere ser demasiado trascendental, quiere ser demasiado seria, incluso demasiado épica cuando todo llega tarde y mal. "After Earth" es un filme que poco aporta a la filmografía de Shyamalan y se convierte, tristemente, en la estocada que le debe hacer plantearse seriamente volver a sus inicios. Historias más sencillas, personajes mucho más trabajados y dedicarse al suspense que tan bien se le ha dado hasta la fecha y dejar las aventuras épicas y fantásticas a otros directores. Son campos que le vienen grandes. Y el cine no se merece perderlo.