Aquí y allá se han leen análisis a favor de introducir una subasta en el proceso de administración de la vacuna. No necesariamente como sustitución al orden establecido por el gobierno, sino como complemento; por ejemplo, sacando un pequeño tanto por ciento de las vacunas a subasta. En este trabajo, que me hizo notar José Pablo en los
comentarios de mi entrada anterior, se estudia una subasta en que cualquiera, institución o persona física, puede pujar por vacunar a quien quiera, no necesariamente a sí misma. Recogidas las pujas, el subastador (el gobierno) asigna un momento para vacunar a cada individuo de manera que se maximice el monto de las pujas ganadoras. La clave de esta subasta es que el subastador no paga su puja, sino el coste que su puja impone sobre los demás. Es decir, se calcula cuál sería el monto con y sin la presencia de cada individuo y este paga la diferencia. El resultado es que (i) todos los individuos tienen incentivo a declarar sus verdaderas preferencias, que incluyen el beneficio real de verse vacunado en tal momento y también y más importante, el beneficio real de cómo le influyen las vacunas de los demás y (ii) la asignación de subastas es eficiente. El lector que conozca la literatura de subastas, se habrá dado cuenta que estamos ante una versión de los
mecanismos Vickrey-Clarke-Groves, que permiten conocer las verdaderas preferencias de los individuos.
Para que la subasta anterior funcione bien, es necesario que todos los individuos sepan qué beneficio obtienen por ser vacunados ellos mismos y por ser vacunada cada una de las personas con las que potencialmente puedan tener contacto. Esto es demasiada información, que además de no conocerse, se refiere a sucesos inciertos y futuros, sobre los que, como hemos dicho, abundan los malos cálculos por el uso inconsistente de las probabilidades y de los factores de descuento. (
Aquí hablé de lo mal que calculamos las externalidades y
aquí de las inconsistencias en las decisiones intertemporales y cómo en ambos casos una acción estatal puede mejorar el resultado). Si a ello añadimos la dificultad de organizar tal subasta, nos quedamos, de momento, con un interesante trabajo teórico sin aplicación práctica. Recordemos cómo
otras subastas, para ser exitosas, tuvieron que refinarse tras mucha experimentación durante un tiempo del que ahora se carece.