Voy a ilustrar con el ejemplo de cuando los médicos te recetan un medicamento, del cual cuando lees el prospecto del tipo pergamino bíblico, te corroen las dudas de si tomar lo que te han recetado, por la innumerable cantidad de síntomas adversos que tiene el compuesto y que desconoces si a ti, el paciente al que le han recetado semejante brebaje, le va a provocar alguna de las patologías descritas en el interminable prospecto.
El ejemplo anterior se repite a diario en miles de pacientes y se toman las prescripciones recetadas por su médico, porque esos pacientes albergan la esperanza de que van a mejorar y curarse. No se pasan el santo día cuestionando si su médico les va a dejar postrados en silla de ruedas, tontos o muertos.
Hay confianza en que lo que te recetan te va a ayudar, a pesar de los síntomas adversos que todo medicamento tiene, incluyendo la aspirina infantil.
Las vacunas son otro medicamento más y como todo medicamento, se desarrolla para resolver problemas médicos, en el caso concreto de las vacunas, para prevenir mediante la inmunización.
Contar todo esto es una perogrullada de libro, pero a veces, parece que hay que utilizar la condescendencia.
Y escribo esto, mientras me tomo un vermut, con la confianza de que el fabricante sabe lo que hace y que cumple con todas las medidas exigidas para el producto. Y si me hace daño, casi seguro que es por que he bebido gotica de más

.