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Nuclear: ¿Estamos a setas o estamos a Rolex?
El autor defiende que España no podría reemplazar a tiempo el 20% de generación que tiene emisiones sin conservar reactores nucleares
Es muy conocido aquel chiste de dos buscadores de setas vascos, uno de los cuales encuentra un Rolex y se lo cuenta a su compañero con gran alegría. Pero éste le responde: “A ver, a qué estamos, ¿a setas o a Rolex?”. O sea, que no se desvíe del asunto que les ha llevado al campo. Pues bien, parece que en algunos países europeos estamos en la misma ante la posibilidad de prolongar la operación de algunas centrales e incluso de construir nuevos reactores. Como el lector ha comprendido, en esta simpleza de metáfora las setas son la reducción de emisiones y los Rolex las centrales nucleares.
Alemania estableció hace años un programa de clausura de su generación eléctrica nuclear, y lo ha ejecutado hasta el final pese a lo sucedido con el suministro de gas natural ruso. Sus dos últimas centrales operativas finalizaron su actividad hace pocos meses, aun sabiendo su Gobierno que con las tecnologías de cultivo de setas de las que disponían no era bastante, de forma que han tenido que mantener la generación térmica de carbón, cuyas emisiones duplican las derivadas del empleo de gas natural. Aquella decisión no fue fácil de comprender, ya que la utilización del territorio en ese país no favorece la instalación de grandes parques de generación renovable, salvo la eólica en el mar del Norte y son conscientes de que las instalaciones fotovoltaicas en edificios no sirven para suministrar la energía necesaria para usos industriales. No creo yo que el motivador de la decisión fuese el temor a un tsunami en el río Elba (Fukushima fue una de las justificaciones) ni que lo alemanes pensasen que el accidente –es un eufemismo– de Chernóbil podría repetirse en una de sus centrales, ni en ninguna de las occidentales. Fue una decisión política, influida por una fuerte presión ideológica, y no otra cosa. Pero cuando hemos adoptado definitivamente que la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero tiene la prioridad absoluta ya ha sido tarde para reparar el error, por más que los posibles problemas del reemplazo de la generación nuclear se hayan puesto de manifiesto con toda su crudeza en 2022.
Francia, por su parte, nunca ha dudado de que si tienen Rolex se pueden producir todas las setas que hagan falta. El programa nuclear francés fue encomendado a una empresa pública, EDF, que será también la encargada del nuevo programa nuclear. Éste es resultado no sólo de la necesidad de reemplazar un gran número de reactores franceses cuya vida útil planificada termina en 2027 (algo más de 40 de un parque total de 58, según la fuente consultada), sino también de reducir el impacto de la variabilidad del precio del gas natural e incidencias en el suministro. Además, claro está, de la propia contribución de una forma de generación no emisora de CO2 a los objetivos de la UE a este respecto y de las posibilidades de exportación de su tecnología. El problema es que EDF no tiene capacidad económica para ejecutar el programa, salvo que cuente con respaldo y garantías financieras del Estado. Razón por la cual, éste ha vuelto a ser el accionista único desde principios del pasado mes de junio.
Italia construyó su parque nuclear en los años sesenta y llegó a ser un generador de importancia hasta su clausura. La trayectoria es muy interesante: tras lo sucedido en Chernóbil tuvo lugar un referéndum (1987) que condujo al cierre de sus tres centrales, con el apoyo de un 80% de los votantes. En 2009, el Senado aprobó de forma casi unánime un proyecto de ley para retomar a la generación nuclear y se preveían entonces cuatro nuevas centrales con tecnología francesa. Sin embargo, la oposición de varios gobiernos regionales y la posibilidad de recursos de inconstitucionalidad, condujeron a un nuevo referéndum en 2011, con la fatalidad de que muy poco antes de la fecha de votación tuvo lugar el desastre de Fukushima. El resultado fue el esperable: un 94% de votos en contra. En 2021 pareció abrirse de nuevo el debate, pero no hay una orientación favorable a la nuclear por el momento. Eso sí, Italia no tiene inconveniente en importar electricidad de origen nuclear desde dos países vecinos: Francia y Suiza, del orden del 10% de su consumo. Y no es casualidad que Italia tiene una gran capacidad de aprovisionamiento de gas natural mediante varios gasoductos de gran capacidad, especialmente los que la unen con Argelia, país con el que tiene una relación muy estrecha en este ámbito.
No se suele mencionar a Suiza, pero conviene saber qué en el país más limpio de Europa, y origen de los Rolex, el 40% de su generación de electricidad proviene de sus cinco centrales nucleares. También allí existe debate y ya sabemos lo aficionados que son a los referendos, aunque a veces los resultados sean paradójicos: en 2016, la mitad de los votantes apoyó el plan de sustitución de la nuclear por renovables, aunque hay que tener en cuenta la antigüedad de las centrales y el calendario de cierre entonces previsto. Sin embargo, en un posterior referéndum, celebrado en 2016, los votantes rechazaron que la vida útil se limitase a 45 años, porque si se hubiese establecido esta limitación ya no habría generación nuclear más allá de 2029.
En definitiva, ya en el caso de España, el asunto de la permanencia o de la clausura según el programa establecido, es de mucha más complejidad y trascendencia de lo que a veces se le traslada a la opinión pública. La realidad, en mi opinión, es que no podríamos reemplazar a tiempo una generación base y libre de carbono que actualmente supone un 20% de la generación eléctrica anual. Este es lo que debe ser discutido, la factibilidad del reemplazo, antes de decidir y siempre dejando a un lado las posiciones ideológicas o las ecológicas de las que se haga bandera. Esto es absolutamente secundario ante un posible problema energético de primer orden.