"PERDIDA (GONE GIRL)" de David Fincher (spoilers a saco a partir de pag.15)

a mi es que toda la parte de la asombrosa Amy me parece que está fatalmente contado por Fincher. Ni me interesa ni encuentro por qué tiene tantos seguidores o la psicología del personaje, al empezar a narrarnos en off frases rebuscadas, mezclandolo con primeros planos del diario ( que pereza David! ) y los flashbacks que para liarlo todo mas, tiene a Affleck flirteando/jugando con ambas- Amy y Flynn.
 
Yo creo que queda muy bien explicado todo lo relacionado con "La asombrosa Amy", pero mientras en el libro se puede llegar suponer que es una de las claves de la creación del monstruo, en la película es un dato más y la desaparición de los padres a media película tampoco ayuda a darle mayor relevancia.
 
Es que se queda en una anécdota, es como si lo hubiesen presentado al principio para usarlo más tarde y luego pasasen del tema. No aporta nada.
 
Bueno, se puede intuir que todo eso influyó en su educación, pero más que más "Amazing Amy" (que no sé cómo es en el libro), sí echo de menos más padres, como Fell.
 
Un Fincher menor, un guión tramposillo, si hubiera venido antes de zodiac se lo perdonaba, pero con cada peli iba subiendo el listón y esta es un poco.... "relajemonos y rodemos algo".
 
Hay otro aspecto en el que estaba pensando, y es que todo se precipita porque Affleck sabe que ella es famosa y tarde o temprano saldrá a la luz y se montará un show. De no ser así, no creo que ni lo hubiera denunciado, es mas, está deseando que se largue y cree que nadie le echaría de menos porque apenas si se relaciona con la gente que no es cosmopolita.

Y luego la propia policía accede desde un primer momento a investigar a pesar de que no han pasado ni 24 horas desde que se fue, huelen la carnaza de un caso jugoso. Vamos, que Fincher nos presenta una visión muy punzante de los convencionalismos sociales como prioridad absoluta de los actos y elecciones, lo que ademas en USA se polariza a la repercusión mediática, convirtiendo todo en un circo ( tenemos que dar una rueda de prensa, ella lo querría así, dicen los suegros de Affleck )

la peli es un tour-de-force compendio de su carrera: la investigacion entre obsesiva y mediatica de ZODIAC, el circo de 3 pistas hitchcockiano (falso culpables... o no?... rubias!) de THE GAME, el retrato incisivo de las relaciones de pareja s XXI de SOCIAL NETWORK........ y el gato de MILLENIUM.
Y la casa de Patrick Harris es una PANIC ROOM !
 
Interesante incursión de Fincher en el 'noir', de la que sale razonablemente airoso gracias a su oficio como director, pero que tiene como defecto un texto excesivamente flojo. Esto provoca que Fincher tenga que sacar toda su artillería efectista audiovisual (que innegablemente la tiene, y esto para mí no es nada negativo), a veces algo forzada, para sacar adelante la película y los temas que a él le interesan sin que al final nos sintamos estafados por un cúmulo de peripecias donde la brillantez alterna con la solemne tontería.

Pero lo peor del film, en mi opinión, es la elección como 'femme fatale' de Rosemund Pike, una actriz sosa, y peor aún, con cero magnetismo, algo que le era imprescindible para llenar el papel que le ha tocado. Por su culpa, Amy no es el ser monstruoso e irresistible que se le supone a una mujer fatal en condiciones. Al final, su papel se queda en el de una perra inaguantable desde el primer minuto, hacia la que cuesta entender que nadie pueda sentir verdadera atracción de ninguna clase. Más ajustado está Ben Affleck, que sin ser la mejor opción para su personaje, al menos tiene los recursos básicos necesarios para hacerlo creíble.

Por otro lado, aunque el film destila innegable aroma satírico, el estilo en la puesta en escena de Fincher, la fotografía y el diseño de sonido entorpecen todo ese elemento con su atmósfera enrarecida, y no logran el equilibrio entre bufa y noir despiadado que el film busca en todo momento. Es una pena que Fincher no aproveche su talento para la atmósfera y los golpes de efecto en films de corte más fantástico y alegórico (en un sentido literal), en vez de tratar de convertirse desesperadamente en el esteta de las neuras de la sociedad contemporánea . Mal que le pese, su sensibilidad y habilidades están más cerca de las de los hermanos Scott que de las de un Sidney Lumet.

Un saludete.
 
Última edición:
Pero lo peor del film, en mi opinión, es la elección como 'femme fatale' de Rosemund Pike, una actriz sosa, y peor aún, con cero magnetismo, algo que le era imprescindible para llenar el papel que le ha tocado. Por su culpa, Amy no es el ser monstruoso e irresistible que se le supone a una mujer fatal en condiciones. Al final, su papel se queda en el de una perra inaguantable desde el primer minuto, hacia la que cuesta entender que nadie pueda sentir verdadera atracción de ninguna clase.

ahi te has pasao...
 
Esto provoca que Fincher tenga que sacar toda su artillería efectista audiovisual (que innegablemente la tiene, y esto para mí no es nada negativo), a veces algo forzada, para sacar adelante la película y los temas que a él le interesan sin que al final nos sintamos estafados por un cúmulo de peripecias donde la brillantez alterna con la solemne tontería.

Para mí esto pasa en una (1) escena, así que no entiendo a qué te puedes referir.
 
Yo no veo que Fincher saque toda su artillería visual en ningún momento, no veo escenas de lucimiento personal como los planos imposibles de "El club de la lucha" o "Panic room", el seguimiento aéreo del taxi de "Zodiac" o la escena de las regatas de "La red social". Puede que estemos ante el Fincher más comedido y sobrio de toda su carrera.
 
Perdida
Por Daniel de Partearroyo 21 oct 2014 en Panorámica, Portada

Homicidio conyugal

“Déjese querer por una loca
Es único…”.
Déjese querer por una loca, La Costa Brava (2003)



La filmografía de David Fincher es la librería de aeropuerto más fría y elegante que se puede encontrar en Hollywood. Si tienes un cansado vuelo transoceánico por delante, en sus estanterías hallarás toneladas de entretenimiento adulto y pasajero para la distracción del espíritu durante el viaje. Desde los inevitables bestsellers de Chuck Palahniuk y Stieg Larsson a clásicos como F. Scott Fitzgerald. En el estante de no ficción conviven el Asesino del Zodiaco y Mark Zuckerberg. Perdida (Gone Girl, 2014), la adaptación de la novela policíaca superventas de Gillian Flynn, es la última incorporación al catálogo. Un relato de misterio sobre las consecuencias de la repentina desaparición de una mujer que quiere dejarte pegado al asiento mientras sus giros imprevisibles lo bambolean más que las turbulencias de la cabina. ¿Pero cómo ha quedado la historia tras recibir lo que podríamos llamar el tratamiento Fincher y su habitual mirada clínica sobre material ajeno?

El acabado elegante está fuera de toda duda. Desde el inicio de su carrera en el mundo de la publicidad y los vídeos musicales, el director nacido en Denver se ha caracterizado por un cuidado primoroso de la superficie visual de su trabajo, limando el diseño de cada aspecto técnico al máximo. Con el paso del tiempo y el afianzamiento de su estatus dentro de la industria, Fincher ha asumido cada vez más control sobre todos los resquicios creativos de sus proyectos con un afán de autoridad potenciado por las malas experiencias que vivió con las destructivas injerencias de producción en Alien 3 (1992) o las que estuvieron a punto de cambiar el final de Seven (1995). Cada nueva película ha sido un paso más hacia consagrar cierta independencia dentro del sistema de grandes presupuestos de las majors. Y, a medida que colonizaba más parcelas de control, el estilo cinematográfico de Fincher se ha ido refinando. Las llamativas cabriolas formales, manipulación de la imagen y lucimientos de cámara de títulos como El club de la lucha (Fight Club, 1999) o La habitación del pánico (Panic Room, 2002) han dado paso a un pulso visual que conserva la tensión continua durante metrajes dilatados, pero desprende una apariencia más estable y reposada.

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Al mismo tiempo, el grupo de colaboradores de confianza del cineasta se ha ido solidificando. Sobre todo a partir de ese antes y después que es La red social (The Social Network, 2010): el director de fotografía Jeff Cronenweth volvió desde los ambientes más oscuros y opresivos deEl club de la lucha para quedarse; Angus Wall y Kirk Baxter profundizaron su simbiosis en el montaje; la primera banda sonora de Trent Reznor y Atticus Ross marcó las pautas para la extrema importancia de las atmósferas musicales en aquella y posteriores películas del cineasta. Todas estas aportaciones externas a la visión unificadora de Fincher alcanzan un nuevo nivel de armonía e interrelación en Perdida. Ese equipo de profesionales son las herramientas cinematográficas de Fincher, más que las imágenes, la puesta en escena o los elementos de la narración; lo que el cineasta aporta a la misión de poner en imágenes la novela de Flynn, adaptada en un guión escrito por ella misma. La idea del director de cine como director de orquesta recibe aquí su máxima expresión.

De ahí que sea necesario plantear una hipótesis: las películas de Fincher serán tan buenas como la suma de sus partes. Para él, uno y uno siempre son dos; nunca tres. Cuando hay como base un guión recapitulador de Aaron Sorkin edificado sobre diálogos de arquitectura catedralicia el resultado es muy distinto al de un exploit conspirativo de ambientación nórdica con holguras de consumo rápido, pero también al de un sombrío drama conyugal pasado por el filtro de la novela negra más nihilista. A pesar de que el acercamiento ejecutado sobre cada proyecto sea prácticamente idéntico o, mejor dicho, continuista dentro de un estilo asentado cuyos puntos fuertes están llenos de esmero: embalaje formal de primera categoría, imágenes de limpieza esterilizada y encuadres elegantes, clarividencia narrativa, atmósfera musical abrumadora o adjudicaciones de casting que alcanzan la perfección dentro de la identificación del intérprete con el personaje. Partiendo de ese último punto, dejemos claro que la primera decisión autoral de Fincher en Perdida hay que compartirla con Laray Mayfield, su directora de casting desde El club de la lucha. La elección de Ben Affleck para interpretar a Nick Dunne —¡esa barbilla de villano!— y de Rosamund Pike —su gélida chica Bond se llamaba Miranda Frost por algo— como la esposa desaparecida Amy encauza la fidelidad al texto original de Flynn desde la misma estructura ósea de los rostros de sus estrellas protagonistas.

Otro director estadounidense que tensaba su personalidad autoral dentro de las marquesinas de los grandes estudios y también solía tener muy en cuenta lo que transmitían las caras y cuerpos de sus actores famosos antes siquiera de que se metieran en el personaje era Stanley Kubrick. A decir verdad, en los últimos años Fincher ha despertado no pocas comparaciones con Kubrick, aunque suelen centrarse en la pulcritud visual que comparten y el detallismo obsesivo hacia cada esquina de la producción. Pero, además, el director de La naranja mecánica(A Clockwork Orange, 1971) también sabía cómo buscar los originales literarios para sus películas en las listas de libros más vendidos y hay una interesante recurrencia kubrickiana en la pretendida búsqueda de objetivismo formal del Fincher reciente: sus imágenes tienen ese espíritu maquinal que Jacques Rivette le asignaba a las del deshumanizado Kubrick. “Pero es genial cuando la máquina filma a otras máquinas, como en 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey. Stanley Kubrick, 1968)”.

¿Y qué suele filmar David Fincher? No muchos seres humanos, desde luego. Los personajes de sus películas tienden a ser más bien arquetipos profusamente definidos por largos antecedentes de guión. Algo que parece ideal para una historia como Perdida, cuya pareja protagonista juega a subvertir el esquema automático de crimen conyugal y melodrama de matrimonio deshecho con astutas manipulaciones de la construcción de los personajes. Sin embargo, ese requiebre de las expectativas del espectador y la crisis del narrador no fiable eran más radicales en la novela de Flynn gracias a la bifurcación de perspectivas que propiciaba la alternancia de capítulos entre Nick y Amy como voces narradoras. En la película, la figura de Amy queda bastante más reducida al asumirse la línea narrativa de Nick cual relato principal y omnisciente, lo que no desactiva revelaciones capitales como la naturaleza ficticia del diario de Amy —y, por lo tanto, de los flashbacks de veracidad limitada que se enseñan extraídos directamente de sus páginas—, pero sí infrarrepresenta gran parte de su personalidad, motivaciones y vivencias; algo que empobrecería dramáticamente al personaje si no estuviera arropado por una intérprete tan atinada con los matices como Rosamund Pike.

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Es evidente que la traducción de lenguajes del texto literario al cine implica cambios de este tipo y Flynn ha sido muy consciente de ellos. Incluso busca compensaciones. Por ejemplo, si toda la infancia de Amy a la sombra de la Asombrosa Amy literaria creada como espejo deformado por sus padres —solo que ella, la Amy real, era el reflejo aberrante— se despacha con tremenda rapidez, la influencia misógina del padre de Nick tampoco merece casi espacio. Fincher y Flynn quieren que traguemos con las personalidades arqueadas de cada protagonista en el momento actual, tal cual se han construido el uno al otro. Por eso el pasado de la pareja ocupa un espacio mucho más reducido en la versión fílmica, dejando en segundo plano aspectos en apariencia tan interesantes como los efectos psicológicos de la crisis económica, la pérdida de trabajo de ambos o la mudanza de Nueva York a Missouri. El asunto del cambio de ambientes y expectativas vitales no parece preocupar demasiado a Fincher, acostumbrado a filmar lujo en todo lo que mira —aunque sea un centro comercial abandonado, habitado por vagabundos y yonquis—, porque sus principales puntos de interés son la representación de cada personaje frente al otro y a través del sensacionalismo de los medios de comunicación.

Se ha criticado con dureza que tanto la novela de Flynn como la película de Fincher arrastren un marcado carácter misógino radicado en su representación de Amy. Durante la segunda mitad del relato, ella encarna el ejemplo perfecto del estereotipo de mujer maligna y manipuladora que utiliza malas artes y argucias para fastidiar la existencia al hombre. Hasta el punto de fingir su propio asesinato, implicar a su marido y provocar su ejecución por inyección letal. Además, Amy no tiene ningún reparo en utilizar los privilegios de veracidad cultural que la aúpan al representar el papel de víctima desvalida —¡y embarazada!— para conseguir su perverso objetivo. Esas consideraciones y ataques de sexismo tienden a olvidar que el retrato de Nick tampoco es nada favorecedor: un escritor provinciano con aires de astucia intelectual, venido a menos, defenestrado laboralmente, dependiente económico y emocionalmente, con graves problemas paternofiliales, marido infiel, alcohólico y cobarde. Si algo evidencian los personajes de Flynn —y seguramente Fincher se sintió inclinado hacia ellos por eso— es una misantropía absoluta, fácil de extender a la caterva de secundarios caricaturescos o derrotados que les acompañan.

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Que Amy sea un personaje tan abiertamente negativo y una depredadora implacable podría coquetear con una radicalización hiperbólica y kitsch de la femme fatale, pero eso ya lo hizo con afortunada sorna Paul Verhoeven en Instinto básico (Basic Instinct, 1992), referente muy a tener en cuenta en esa escena cumbre de Perdida que involucra a Neil Patrick Harris entre fundidos a negro. El juego de Flynn y Fincher parece más inclinado a combatir fuego con fuego; si la mirada masculina lo va a escrutar y delinear todo, hagamos que se le salgan los ojos de las cuencas. Lo mismo practican sus personajes cuando buscan conseguir algo del otro: lanzar las facetas de personalidad que el interlocutor quiere recibir —como Nick durante su entrevista en la televisión para apaciguar a Amy—, esculpir con mimo las piezas exactas que completan un puzle preconfigurado y de las que más tarde se pueden utilizar los bordes como cuchillos.

El núcleo de Perdida habla de lo podridas que están las apariencias por las que regimos nuestras afinidades y empatías. De ahí la disección del arquetipo de la Chica Enrollada [Cool Girl en el original], un modelo de feminidad que reduce a la mujer al papel de recipiente vacío donde el hombre puede proyectar todas sus aficiones sobre el luminoso confort de un cuerpo sexy y un carácter comprensivo y apaciguador con el ego masculino , y la transformación de Amy en lo que vendría a ser una Manic Pixie Nightmare Girl ; con énfasis puesto en la parteManic, por supuesto. Amy siempre trata de utilizar las proyecciones de los demás —ya sea como entes individuales o sociedad mediatizada— en su beneficio, aunque en la versión cinematográfica de la historia eso se exprese con desigual efectividad. Igual que fue la Chica Enrollada que enamoró a Nick —fase de cortejo por la que Fincher pasa demasiado de puntillas—, después Amy trazó el relato criminal perfecto para incriminarlo en su desaparición mejorando una técnica de manipulación de la realidad que ya había practicado en el pasado. Aquí se dan algunos de los cambios más delicados de la adaptación: no queda rastro de Hilary Handy, la antigua compañera de colegio a la que Amy también incriminó en un ataque —demostración de que sus maquinaciones no se dirigen solo hacia hombres— y no llega a retirar la falsa denuncia de violación contra su ex Tommy O’Hara. ¿Están Fincher/Flynn simplificando demasiado las aristas del personaje o precisamente tratan de reforzar la idea de tía desquiciada para potenciar la agresividad del mensaje? En cualquier caso, la pérdida de ambigüedad sirve para preguntarnos si le estaríamos dando tantas vueltas de tratarse de un sociópata masculino. Al fin y al cabo, el personaje de Desi Collings, interpretado por Neil Patrick Harris, también ha sido bastante suavizado y no ha levantado ni la mitad de revuelo.

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De hecho, la crudeza de Fincher radica en que su mirada es igual de despiadada hacia hombres y mujeres. No hay salida para ninguno de los miembros del matrimonio Dunne, condenados a destruirse mutuamente con nuevas maquinaciones. Como el reverso negativo de Las tres noches de Eva (The Lady Eve, 1941), donde Preston Sturges expuso la artificialidad de la idea de pareja decente y matrimonio de la puritana sociedad de la época, Perdida hace lo mismo con los puritanismos convencionales propios de la nuestra. Barbara Stanwyck construía con brío varios modelos de mujer para engatusar a Henry Fonda; la evolución que propone la Amy de Rosamund Pike es igual de inteligente, pero mucho más cruel… y acorde con un era de sobreexposición cultural e hiperconocimiento trivial con textura de alimento recalentado. Ella misma lo explica en una de sus rants más encendidas de la novela:

“No estoy segura de que, llegados a este punto, sigamos siendo realmente humanos, al menos aquellos de nosotros que somos como la mayoría de nosotros: los que crecimos con la televisión y el cine y ahora internet. Si alguien nos traiciona, sabemos qué palabras decir; cuando muere un ser amado, sabemos qué palabras decir; si queremos hacernos el machote o el listillo o el loco, sabemos qué palabras decir. Todos seguimos el mismo guión manoseado. Es una era muy difícil en la que ser persona. Simplemente una persona real, auténtica, en vez de una colección de rasgos seleccionados a partir de una interminable galería de personajes” .

La representación de papeles de Las tres noches de Eva acababa con final feliz para la pareja. Sturges disfrutaba con la causticidad de la comedia, pero creía en su poder purgador. En cambio, el concepto de happy end es algo inédito para Fincher. El final de Perdida, una rima que descubre la aterradora realidad tras el hermoso primer plano de la película, no deja ni un hálito de esperanza. Lo único que queda para Nick y Amy son más duchas en las que poner en escena su juego de poder, mientras ella, o quizás la próxima vez sea él, intenta quitarse del cuerpo sangre reseca durante horas. El manoseado guión de la destrucción mutua asegurada seguirá autocumpliéndose paso a paso.

http://cinentransit.com/perdida/
 
Muy de acuerdo con Fell. De hecho, la película parece muy de encargo. Ultimamente a Fincher se le ve más putilla de las majors que nunca, de toma y el dinero y corre (adaptando best sellers y sin virguerías). Pero yo me lo pasé muy bien viendola.

Debo ser el único que no se fijó en el rabo de Ben Affleck.
 
Pero si Fell no dice eso, locancete!

Y Mensch, hemos visto películas diferentes. Sin duda.
 
Lo del rabo de Affleck es tan subliminal como las tetas desenfocadas de "Psicosis".

Fincher es tan juguetón como el gordo.
 
Pues yo oí en mi sala varios sonidos ahogados.

No entiendo lo de artillería y efectismos, es el Fincher más contenido de toda su carrera, otra cosa es que esté maravillosamente envuelta de foto, música y edición (aunque no me acaban de convencer los fundidos).

Affleck hace de merluzo así que bien, y ella muy bien aunque no acabo de verla en el lado Novia de América (esto es más de casting que de ella, que está muy esforzada). Luego Perry el Ornitorrinco no me pega nada y Neil está afectadísimo, aunque supongo que por ahí van los tiros, pero el personaje queda un poco bobo. Me quedo con la poli (¡la de EL HOMBRE SIN SOMBRA!) o la hermana.

Sobre lo que se comenta de ese punto de giro a media peli,
no sé si es cosa mía pero en esa explicación de Amy sobre su masterplan, dentro de la comprensible concesión, veo un punto muy socarrón; la tía se está pegando un egotrip de escándalo y encima la ves viendo el "escándalo asesino del mes" o leyendo sobre Charlie Manson.
 
Eso que lee, Dussander, es para documentarse para ejecutar su masterplan. ¡De algún lugar tiene que sacar sus ideas! ¿Socarrón? Sí, va en consonancia con el juego de la película en relación al comportamiento según lo leído/visto (ver el párrafo en negrita de la crítica que he pegado antes).
 
Si ya sé que es para eso, pero está a un pelo de Crimen ferpecto y Toledo comprando VHS de Hitchcock. Y lo digo como cumplido.

Lo que sí me chirrió fuerte fue la conversación cuando se conocen, que es forzadísima y no cuela ni en los personajes intentando sonar encantadores.
 
Lo que sí me chirrió fuerte fue la conversación cuando se conocen, que es forzadísima y no cuela ni en los personajes intentando sonar encantadores.

A mí me cuela como una posible idealización de lo que sucedió. Como una secuencia romantica guionizada por Aaron Sorkin.

Luego Perry el Ornitorrinco no me pega nada

Pues está magnífico ¡Elvis está en Missouri! Le recuerdo en "Alex Cross" como el típico nigga sobreactuado pero la mano maestra de Fincher y sus 50 tomas han debido de hacer un milagro.
 
Nostamal pero para mi gusto la que menos me gusta de Fincher. Sinceramente, demasiado metraje (la primera parte se pierde en intentar confundir al espectador cuando se huele desde lejos que los tiros no van por ahí). Importa poco (por no decir nada) todo lo de la maravillosa Amy. Y cuando ya me estaba empezando a sentir un tanto irritado porque llegados a cierto punto parece como si la peli no supiese avanzar aparece la artillería pesada con el giro (el primero de tantos) que te deja picueto por ver el cómo y entonces todo es un juego de muñecas rusas muy bien urdido. Pero se excede en metraje muchísimo, para mi gusto.

Vamos, que está bien pero no es la panacea que pensaba.Affleck bien, Rosemund acertadísima. Muy bien Perry. Genial la hermana de él.

Me quedo mil millones de veces con Millenium. Esa para mi es master piece. Esta es correcta y ya.
 
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