Sigo con Walsh, y sigo viendo una maravilla detrás de otra, alguna realmente inesperada ...
Objetivo: Birmania (1945). Esta, desde luego, no era inesperada, poco que añadir a los magníficos comentarios de este hilo, los últimos de Max Renn y carrion, coincido mucho en la apreciación de Max de que ya se notan las intenciones de Walsh con esta película al culminar la misión en el primer tercio de metraje, el sufrimiento y la supervivencia que vemos a partir de ahí es el gran objetivo del director en un bélico eterno, concebido, como no podía ser de otra manera con Walsh, como una de aventuras. Errol Flynn vuelve a estar sensacional, modélico como líder no autoritario. Si acaso se puede comparar con los extraordinarios y posteriores bélicos de Fuller, es evidente que el año no es el mismo ni los requerimientos de la producción, pero los de Fuller son más explícitos con la violencia, más cínicos en la personalidad de los mandos y, en general, más sucios. La de Walsh es fiel a su manera de entender el cine, con escenas brutales de todo tipo, el suspense que es capaz de crear con lo tirarse en paracaídas, la matanza en off que narra, la extenuación y la poesía del final del periodista, la escena nocturna con la bengala descubriendo la magnitud del ataque, además pura cima audiovisual de encuadres, travellings y montaje. Y otra característica totalmente definitoria de la película es como la fisicidad se superpone totalmente al texto, contrariamente a las de Fuller, aquí no hay historias narradas memorables ni grandes diálogos, la película es puramente física.
El mundo en sus manos (1952). Aquí, directamente, Walsh me da una de mis películas favoritas de todos los tiempos, es la felicidad hecha película, la de aventuras que se tendría que pasar a un extraterrestre para que entendiera de qué va el género. Es irremediablemente injusto describir con palabras lo que pasa en su primer tercio con la llegada de Peck y el sainete en el hotel, con marineros bárbaros de dos bandas rivales, con el portugués y Peck, con prostitutas, con rusos, con los clasistas del hotel intentando poner orden ... todo mezclado en el mismo salón ... es como un concentrado de la mejor comedia posible, desde Renoir a Berlanga, de Lubitcsh o Hawks a los hermanos Marx, y de ahí pasamos a un tour romanticísimo y bellísimo del San Francisco cinematográfico del Technicolor. Si todo esto no ha conseguido llevarnos al Stendhal, tranquilos, que ahora tiraremos de la mejor relación de la película, la de Peck y Anthony Quinn (en el papel de su vida) a base de una inenarrable carrera de goletas!!! Y, finalmente, el ritmo no decae en su resolución en Alaska, solo de imaginar el momento en que las dos tripulaciones bárbaras se disponen a arruinar una boda imperial ya me entra la carcajada. Y ojo al final con la frase que da título a la película pronunciada por el auténtico robaescenas de John McIntire.
Band of Angels (La esclava libre, 1957). Aquí ya empiezan las sorpresas, no tanto por el maravilloso uso del color (tengo muy recientes El mundo en sus manos, Los implacables y Mamie Stover) en esos irresistibles parajes sureños, sino por cómo Walsh hace suyo el género del melodrama, es capaz de quitarle los tics que habitualmente (no siempre, por ejemplo Sirk los potencia hábilmente) le sobran (pomposidad, grandilocuencia, manierismo, ...) y engrandecer sus virtudes (recreación visual , profundidad de los personajes, densidad literaria ...), incluso es capaz de llevárselo a su terreno habitual de aventura en pasajes como el del capitán de barco amigo de Gable o la narración del horror africano (ojo al uso del score ahí) también del personaje de Gable. Es un melodrama muy sobrio, cosa que puede parecer normal con Walsh como director pero no lo es en el género y mucho menos en esa época, que además se nutre de unos acontecimientos interesantísimos tanto del antes como del durante y, sobre todo, del final de la guerra civil americana, más desde el punto de vista de los derrotados (que siempre da mucho más juego) y con una complejidad asombrosa en cuanto a las coordenadas del bien y del mal, del norte y del sur, del racismo y la libertad, de los blancos y los negros, que no se combinan de la manera más habitual ni simple y con los que Walsh evita al máximo realizar juicios, aprovechando lo que me parece un magnífico guion. Yvonne de Carlo está maravillosa en todos los sentidos.
The Bowery (El arrabal, 1933). Y aquí sí que me he llevado una gratísima sorpresa porque hasta hace poco ni siquiera había oído hablar de ella (repasando el hilo veo que geminis la reseñó), es una auténtica delicia en forma de comedia histórica, para contextualizarla habla de los años 90 (del XIX) en Nueva York, lo que vendría a ser la historia de "América se forjó en las calles" de Gangs of New York de Scorsese, como digo, en formato humorístico y en el arranque ya se ve de dónde venían esos tramos corales tan maravillosos de Gentleman Jim y El mundo en sus manos, aquí en forma de espectáculo de variedades (cómo se agradece que sea pre-Hays), peleas de boxeo con expectación multitudinaria, pelas de bar, peleas entre bandas de bomberos para ver quién apaga el fuego a la vez que la policía también entra en la batalla, una locura festiva casi inabarcable, como digo, esa presentación. Y después la película deriva en una confrontación de dos personajes arrolladores (extraordinarios Wallace Beery y George Raft) para discernir quién es el líder definitivo del arrabal, con mujer de por medio, incluso el cariño de un chaval de la calle, la guerra de Cuba, el patrocinio de cervezas, saltos desde el puente de Brooklyn ... En definitiva, un non-stop de ideas y de gags, contextualizado en su momento histórico de una manera increíble, que cuando no es pura fiesta tiene una ternura y una camaradería desarmantes.